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El paisaje que ofrece la ruta 73 a lo largo de su breve extensión destinada a unir Claromecó con la ruta 228 puede resumirse así: llanura, árboles, una laguna, varios accesos a campos, un par de escuelas rurales y el Boliche La Curva, que lleva ese nombre porque está emplazado a la vera de la carretera en un sitio donde ésta presenta un reviro.
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Este típico almacén de campo, que constituye un inconfundible punto de referencia en el camino al balneario y goza del raro privilegio de ser uno de los pocos negocios de su tipo que quedan en la región, comenzó sus actividades hace algo más de medio siglo. En ese entonces el trazado que lleva a Claromecó y otras localidades del partido era de tierra, los campos estaban poblados por trabajadores y los medios de transporte eran menos y más lentos.En este contexto, un señor llamado Nieva consideró que dicha curva era un punto estratégico para montar un comercio que ofreciera algo de esparcimiento a los numerosos empleados rurales que se aburrían soberanamente después de cada jornada de trabajo. Así fue como instaló en el lugar un par de casillas de madera bastante amplias y comenzó a vender bebidas, algunos comestibles y otros productos necesarios para la vida en el campo.
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Bastante rápidamente el negocio comenzó a dar frutos. La gente concurría casi a diario al boliche para tomarse un trago, jugar a las cartas o comprar alguna cosa que pudiera estar necesitando, como por ejemplo elementos para el aseo personal.A comienzos de 1960 el almacén cambió de dueño. Se hicieron cargo del mismo Ernesto Damboreana y su esposa, quienes inmediatamente levantaron la construcción que actualmente permanece en el lugar y que tiene como vecina un escuelita rural.A partir de aquel cambio de titular y fisonomía, el Boliche La Curva se popularizó aún más entre los peones rurales de la zona, y con la llegada de la ruta asfaltada muchos viajeros comenzaron a detenerse para beber una copa, hacer alguna compra o simplemente para tomarse un descanso.Armando Funes, un cliente histórico del lugar y amigo de la familia Damboreana, recordó que el comercio tuvo su mejor época en la década del '70. "Era normal que llegaran a juntarse hasta 20 personas", dijo. Casi todos los clientes eran trabajadores de campo que provenían de los establecimientos rurales de las familias Guisasola y Pascal, ubicados a escasa distancia de La Curva.
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A partir de los años '80 el boliche comenzó a perder público, y ya en los '90 no ingresaban al lugar ni 20 personas a la semana.Tras el fallecimiento de Ernesto Damboreana hace algo más de 7 años, su esposa dejó a cargo del negocio a Oscar Colantonio, quien alguna vez estuvo al frente de la cantina del club Argentino Junior y fue propietario de un bar que estaba situado en Brandsen y Constituyentes. Colantonio, que tiene 64 años y prefiere que lo llamen "El Cáscara" porque así es como todos los conocen, aseguró que el comercio se mantiene abierto porque él vive allí y porque los escasos ingresos que se generan todavía le permiten abastecerse de una escasa gama de productos.La realidad indica que La Curva es uno de los pocos almacenes de campo que han logrado sobrevivir a duras penas a los cambios que en las últimas dos décadas se han producido en las áreas rurales.
A partir de los años '80 el boliche comenzó a perder público, y ya en los '90 no ingresaban al lugar ni 20 personas a la semana.Tras el fallecimiento de Ernesto Damboreana hace algo más de 7 años, su esposa dejó a cargo del negocio a Oscar Colantonio, quien alguna vez estuvo al frente de la cantina del club Argentino Junior y fue propietario de un bar que estaba situado en Brandsen y Constituyentes. Colantonio, que tiene 64 años y prefiere que lo llamen "El Cáscara" porque así es como todos los conocen, aseguró que el comercio se mantiene abierto porque él vive allí y porque los escasos ingresos que se generan todavía le permiten abastecerse de una escasa gama de productos.La realidad indica que La Curva es uno de los pocos almacenes de campo que han logrado sobrevivir a duras penas a los cambios que en las últimas dos décadas se han producido en las áreas rurales.
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La notoria disminución de la mano de obra, a lo que se suma al hecho de que las distancias entre el campo y la ciudad se han acortado gracias a la velocidad y maniobrabilidad de los nuevos vehículos, fue obligando a la gran mayoría de los comercios campestres a cerrar las puertas. Por su parte, el negocio situado junto a la ruta 73 quizás ha logrado mantenerse porque, a pesar de que son muy pocos los viajeros que se detienen o los campesinos que lo visitan, su ubicación junto a un camino asfaltado todavía le resulta beneficiosa debido a que el tránsito es mucho más importante que el que se registra en los polvorientos trazados rurales."Ya no quedan más boliches de campo. Desapareció La Nueva Porteña, también desapareció el que tenía Etcheto en Hueso Clavado y el boliche El Cuervo también hace muchos años que ya no existe. Lo que ocurrió es que se fueron extinguiendo por el avance de la tecnología. Ahora, cualquier empleado de campo de la zona tiene algún autito que en una hora o menos lo lleva a Necochea, Tres Arroyos o Claromecó.
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Así que en un lugar como este sólo paramos algunos por simple costumbre", dijo Funes, quien reside en San Francisco de Belloq y, como viaja todos los días a Tres Arroyos, se encarga de llevarle a su amigo los pedidos de mercadería que necesite. Oscar es el único habitante de La Curva. Sus vecinos más próximos están a unas cuantas decenas de cientos de metros. Sin embargo, este solitario ha encontrado en el histórico edificio su lugar en el mundo, su refugio ideal. "Vivir acá es de lo más tranquilo y tengo la seguridad que no hay en la ciudad", dijo. La radio, un televisor blanco y negro que sólo le brinda la posibilidad de ver dos canales, dos perros y los animales de su pequeña granja, son sus únicas compañías en el despoblado hábitat.La modernidad, claro está, no ha llegado al Boliche La Curva y por ello todo el sitio evoca un estilo de vida que era común en el campo en otros tiempos.
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Las paredes están decoradas con varias fotografías de valerosos domadores de caballos en plena faena y un cuadro con la formación de Boca Juniors del año 1934, que "El Cáscara", aún sin haberlos visto jugar jamás, es capaz de repetir de adelante hacia atrás y también al revés. La energía eléctrica del lugar la suministran dos baterías de 12 voltios, que sólo son empleadas para que funcione el televisor. La iluminación del ambiente, en tanto, la brinda un sol de noche posado sobre un estante ubicado en el mostrador de madera, detrás del cual lucen, sobre un aparador algo desvencijado, las botellas de distintas bebidas. "Antes hubo un generador de energía, pero se lo robaron", comentó Colantonio.La oferta del almacén es ciertamente reducida, pero como dijo su encargado, "tengo todo lo que un boliche tiene que tener". Si alguna vez entra al lugar no se le ocurra pedir alguna comida caliente, la casa solamente le ofrecerá algún sándwich frío y las típicas bebidas que se encuentran en los bares: ginebra, caña, Gancia, Cinzano, cerveza y gaseosa. Eso sí, si lo que anda buscando son gallinas, patos o gansos, ya sea vivos o muertos, "El Cáscara" lo llevará hasta su criadero, le dirá que elija el animal que más le guste y podrá llevárselo a un precio muy razonable.
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"Yo no tengo demasiado que ofrecer para que coman, apenas dispongo de sándwiches. Lo que pasa es que no podés tener comida para ver si la vas a vender porque lo más probable es que termine tirándola a la basura. Además, acá me manejo para todo con gas, incluso las heladeras son a gas, y con lo que cuesta no da para andar cocinando demasiado", dijo Oscar.A pesar de todo, "en épocas de cosecha suele venir algún camionero o los tanteros, y en verano los conocidos que van para Claromecó casi siempre se hacen una paradita para saludar y tomarse algo o comprarme una gallina. Pero en el invierno, pibe, esto está muerto".El Boliche La Curva está al lado de una esuela rural, pero ni siquiera eso le reporta algún beneficio, ya que en 2003 concurrían apenas cuatro chicos y la perspectiva es que este año sólo haya dos alumnos. En este sentido, Funes comentó que "la escuela se hizo cuando por acá había muchos puesteros, pero ahora la cosa es muy distinta". Y vaya si lo es.
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El "Cáscara" Colantonio, encargado del Boliche "La Curva"
y Armando Funes, cliente de la casa y amigo del bolichero.
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Fuente: Periódico "El Periodista de Tres Arroyos"