viernes, 6 de marzo de 2009

Pulpería "Las Yeguas"

Sin lugar a dudas se deben a los padres jesuitas y a su tarea evangelizadora las primeras incursiones que se efectuaron en terrenos francamente hostiles a la presencia del hombre blanco y más precisamente en la ancha pampa bonaerense, desierto sólo cubierto por algún espinillo, ya que los primeros árboles, especialmente eucaliptos, se importaron años más tarde, durante el gobierno de Sarmiento. A estos jesuitas debemos el esbozo de las primeras huellas o sendas a lo largo y ancho del país por las que se establecieron las primeras vías de comunicación entre sus escasos habitantes.
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Tuvieron la gran visión de trazarlas siguiendo los terrenos más altos de la zona, no perdiendo de vista la cercanía de las aguadas, tan necesaria para el hombre como para el animal, fundando algunas reservas o reducciones como se les llamaba a las poblaciones compuestas por indios mansos, a los que los eclesiásticos y hombres blancos se ocuparon de evangelizar. A ellos también se les debe el haber realizado el primer estudio topográfico de nuestro territorio al volcar sobre el papel sus experiencias y su conocimiento del territorio.
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De este modo cuando Don Francisco Ramos Mejía se adentra en estas tierras, en los albores de 1811, lo debe de haber hecho por estos caminos trazados años atrás por los primeros “colonizadores” pacíficos de nuestro territorio.
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En este marco comienzan a nacer a lo largo de los caminos los negocios dedicados al comercio de víveres y enseres para el hombre de campo llamadas “Pulperías” o “Esquinas” o “Casas de Campo”, se diferenciaban en que las primeras despachaban sólo bebidas y comestibles y las Casas de Campo además incorporaban venta de enseres y vestimentas para el hombre de campo y en algunos casos comercializaban comprando plumas de ñandú, negocio éste muy en boga por esos años. En nuestra zona fueron numerosas, diseminadas a lo largo y ancho del antiguo partido de Monsalvo, algunas pertenecieron a las mismas estancias, recordemos que ellas fueron los primeros y únicos centros poblados donde funcionaron, también en algunos casos, los antiguos Juzgados de Paz al ejercer el cargo sus dueños.
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Lamentablemente no se poseen antecedentes históricos, por ahora, de la mayoría de estos negocios, salvo el caso de la que nos ocupa y algunas otras, como la de “Santa Isabel”, la única que se conserva en pie.
La pulpería “Las Yeguas”, lindante con el casco de estancia “Los Nogales”, arroyo por medio, pero a la que no pertenecía, nace el 2 de Mayo de 1852, a la vera del camino Chascomús - El Moro, camino que recorría los siguientes lugares; Carrera del Moro por La Fortuna de Peña; Chascomús, Dolores, Kakel, Santa Elena, Puesto de Las Yeguas, Las Armas, Pozo del Fuego-Estancia Senillosa-Pulpería de Olivera, La Fortuna de Peña, casa de Don Nicasio Malacara, Florida, Puesto del Milagro, Primavera, Estancia de Picardo y Martínez de Hoz, o en su defecto el otro camino lo hacía por; Carrera del Moro por La Brava: Chascomús, Dolores, Kakel, Santa Elena, Recreo-Puesto de Las Yeguas, Las Armas, Pozo del Fuego, Loma Verde, Katralauquén, 25 de Mayo del Sr. Gayechea, Estancia El Casco, Arroyo Grande, Reconquista de Graciarena-Pantanosa, Brava de Sáenz Valiente, Abra de Sáenz Valiente, Estancia de Don Francisco Aguilar, Sarandí, Golondrina y establecimiento de la Sociedad Rural.
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Esta pulpería o Puesto, como se la llamaba también, porque permitían el recambio de caballos a las galeras que transportaban viajeros los que mientras tanto podían descansar un rato del ajetreo del camino, perteneció a Don Jaime Salas con una superficie de treinta y cuatro hectáreas, la que era atravesada por el arroyo antes mencionado, que desembocaba en la laguna Nogales muy cercana a este punto.
Constaba esta pulpería de un edificio de material en forma de rectángulo, asentado en barro, cuyos ladrillos eran de un espesor mucho más grande que los actuales, sus paredes eran de 50 cm. y su techo fue de chapa a dos aguas, su interior se dividía al medio por una pared la que poseía un portal de comunicación, arriba del cual se podía leer; “Viva la Santa Federación, mueran los Salvajes Unitarios”, escrita con letra roja, esta inscripción con el correr de los años fue borrada.
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La primer habitación se usaba de pulpería y su mostrador estaba ubicado a dos metros y medio de la otra pared lateral lo que hacía imposible la permanencia por largo rato en el interior del establecimiento, esto se ideaba para evitar discusiones y peleas entre los clientes, dichas paredes estaban adornadas por distintas mayólicas y además con marcas y señales vecinas, realizadas por los parroquianos. Poseía en los postigos de las ventanas como en sus puertas los clásicos orificios que se practicaban en ellas, llamados “bicheras”, que resultaban muy útiles para ver, en las horas de la noche si algún viajero se aproximaba y si venía en son de paz o no.
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En su exterior tenía una enramada que oficiaba de sombra para que los parroquianos, entre copa y copa, descansaran o jugaran a las bochas. Como no podía ser de otra manera la historia de esta pulpería corre pareja con la de la estancia “Nogales”, cuyo casco como ya se dijo se levantó casi enfrente y a la vera del camino real. Aproximadamente a unos dos mil quinientos metros antes y después de esta pulpería existían, como en otros lugares de los caminos que surcaron nuestro partido, marcadores que lo señalizaban y donde se podía leer hacia dónde conducía y cuántos metros faltaban para la llegada a destino.
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Poseía esta pulpería una novedad para la época ya que contaba con un palomar que los sucesivos dueños que administraron este negocio supieron cuidar siendo lo único en pie que queda del lugar.
Por “Las Yeguas”, en 1867, cuando la regenteaba Luis Marazza, supo ser asiduo concurrente Pastor Luna, cochero de los Areco de estancia “La Porfía” aquel gaucho díscolo y prepotente a la vez que bravío en los entreveros que luego de muchas desgracias encontró la muerte cuando una partida lo fusiló a orillas de la laguna “Yamahuida”, contando tan sólo con veintiséis años de edad.
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Mientras tanto los Barrionuevo continuaban con la tarea de dotar a su campo de las mínimas comodidades para la época, de sus propiedades en Dolores importan los primeros carozos de duraznos de la zona comenzando así a formar el futuro monte compuesto por las más variadas especies que aún hoy se pueden apreciar en el casco, al mismo tiempo Sebastián comienza una importante vida pública en el partido, la que lo llevó a ocupar en 1886 el cargo de Presidente de la Corporación Municipal local, años después en 1893, el 6 de Marzo, la Corporación Municipal accede a un pedido suyo y le otorga por espacio de treinta años la concesión en Maipú, de un Mercado Central, ubicado en la esquina de Rivadavia y Lynch, además de prohibir en un espacio de cinco cuadras a la redonda la instalación de carnicerías. Debemos decir aquí que esto nunca se cumplió y que para 1910 ya no existía tal Mercado.
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Volviendo al relato de la historia que nos ocupa, nunca se sabrá a ciencia cierta qué fue lo que ocurrió en realidad, pero debido a una epidemia mortal, originada entre los parroquianos, que fueron enterrados a la vera del arroyo, y para evitar las continuas reyertas entre los concurrentes, la pulpería fue comprada por Francisco Barrionuevo, quien en el año 1869 la cerró definitivamente anexando las tierras circundantes a su establecimiento.
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De esta manera la vieja pulpería se mantuvo erguida hasta no hace muchos años atrás, sirviendo de depósito de la estancia. Hoy sólo las ruinas y el monte que la circundan quedan de aquella que un día se levantó a la vera del camino como un oasis a los ojos del agobiado viajero.

Investigación: Juan R. Naddeo
ladobled@hotmail.com