lunes, 16 de noviembre de 2009

El Hombre del boliche (cuento)


En la Pampa también encontramos los boliches de campo, de ésos de ladrillo asentado en barro sin revocar. Lo que ustedes ya conocen: mostrador y dos paisanos acodados, con ocho ginebras adentro y dos por entrar y los ojitos como puñaladas en tarro de lata.

Después de la cuarta ginebra, uno de los paisanos ya había hablado todo lo que tenía para hablar. El diálogo había sido más o menos así:
-ta´lindo... ahá...
El que está acodado junto a él, le dice:
-Así es la cosa, sí señor...
Pasan diez minutos más, y el primero comenta:
-Sí, señor... cómo no... Así es la cosa, señor...
A los diez minutos , se escuchó:
-Ta´lindo, ahá...
Pueden estar horas así.

En esta oportunidad estaban los tres, incluido el bolichero, aburrido como petiso en desfile, y en un momento dado, contra las luces de la puerta de entrada, aparece un paisano bien plantado, un metro noventa, unas espaldas tremendas... entró de canto por la puerta. Botas, espuelas, corralera, faja, cuchillo atravesado en la espalda, poncho a la izquierda y sombrero bien calzado con el ala atrás como pa´tomar leche en tarro.

Todo paisano que se precie de educado suele decir, cuando va a entrar a un lugar cubierto:
-Permiso, voy a déntrar- y se saca el sombrero.
Éste no dijo ni permiso, ni vi a d´entrar, ni se sacó el sombrero.
Entró. Los dos borrachos lo miraron, y se miraron como diciendo: acá va a haber lío.

Entraba de pesado el tipo. Llegó al mostrador y, como los dos borrachos lo molestaban, los apartó como a dos libros. Tenía manos que parecían máquinas de escribir el loco. Calza las manos en la cintura, en la pose que tenemos pa´hacer pinta, lo mira fijo al bolichero y le dice:
-Ginebra doble…
Al bolichero se le aflautó la voz del julepe.
-¿Ginebra?
Y a este ni se le movía una pestaña. Insiste:
-Sí, ginebra…
-¿Doble…?
-Llene el vaso… ¡no sea pavo!
¿ustedes saben lo que significa en el campo que a un tipo le digan No sea pavo delante de los demás? Es como pa´sacar el cuchillo y decir:
-Salga pa´juera y repita.
El bolichero se hizo como que no había escuchado dada. Abrazando la botella, le sirvió la ginebra. Llenó el vaso, y el paisano recién llegado se lo tomó de un solo saque.
-Llene de vuelta…
El bolichero se quiso hacer el gracioso:
-¿otra vez ginebra?
-Otra vez ginebra…
¿doble?
-¡Llene el vaso, abombao!

Lo vuelve a llenar, y el tipo se lo vuelve a tomar de un solo saque; aparta el vaso, pega un salto y queda parado arriba del mostrador.
Ya desde abajo era grande para los tipos. Se imaginan… arriba del mostrador era un obelisco de carne.
Lo entraron a mirar y él entro a caminar con toda su figura por arriba del mostrador. Llegó a la pared, y entró a caminar por la pared. A los borrachos se les daban vuelta los ojos. No podían creer que caminara por el techo, como si estubiera colgado de las espuelas.
Y les pasó por arriba a los dos borrachos. Lo vieron pasar; llegó a la otra pared y bajó, pego un salto y salió para afuera como sino hubiera hecho nada.
Y entonces un borracho le dice al otro:
-¿Viste lo que hizo ese hombre…?
Y el otro le contestó:
-…Si… ¡se fue sin pagar!
-
Fuente: Luis Landriscina, De todo como en galpón, Editorial Imaginador, 2006, Imagen: Carlos Ferreyra