domingo, 30 de noviembre de 2008

domingo, 26 de octubre de 2008

Pulperías y almacenes

Trabajos de Ricardo Raúl Bossié.

Pulpería

Almacén

Almacén La Porteña

domingo, 19 de octubre de 2008

Pulpería y boliches en Roque Pérez

La Pulpería y el Almacén La Paz.
En 1848, en donde más tarde se fundó "La Paz" hubo una pulpería cuyo permiso fue otorgado por Juan Manuel de Rosas a un tal Viruga. El documento decía: "Buenos Aires, abril 8 de 1948: Se concede y otorga permiso al señor N. Viruga para establecerse con una pulpería en Jurisdicción del Fortín Monte; siempre que no sea administrada por ningún salvaje e inmundo unitario" Firmado: Juan Manuel y un sello de lacre rojo con la inscripción: "Viva la Santa Federación".
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En el año 1856, luego de la caída de Rosas, empezó a tomar fuerza la población de nuestros parajes. Ese año Ramón Portos y Manuel Millán fundaron la pulpería "El Toro" que existió al otro lado de la estancia "La Biznaga", que en esa época era sólo el campo con unos ranchos de paja que pertenecían a Guillermo Frías. En 1859, tres años después de firmarse la paz, luego de la batalla de Cepeda, Portos y Manuel González fundaron el boliche "La Paz", en el campo de Andrea Madrid de Berro.
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Este comercio estaba establecido en el lugar donde todavía hoy se conserva. En aquella época era rodeado por unos fosos que llegaban al agua de las napas subterráneas, para defenderse de los malones de los indios; de día ponían unos tablones que servían de puente y de noche eran retirados para quedar a resguardo.
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Fuente: La guía de Roque Pérez
www.laguiaderoqueperez.com.ar

Disposiciones en las Pulperías

Disposiciones referidas a las pulperías dadas
por el Virrey Nicolás Antonio de Arredondo

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1. No permitirá en su casa personas vagas ni malentretenidas que conociere sin oficio lícito destino dará noticia al Alcalde de Barrio.
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2. No abrigará tampoco, ni favorecerá directa e indirectamente a hijos de familia que anden fugitivos de sus Padres, ni a los esclavos huidos de sus Amos, sino entre tanto que dan a sus Padres, Amos o Justicia correspondiente aviso, pena de cincuenta pesos y de pagar su valor al dueño y el esclavo sufrirá cien azotes, y seis meses de cadena.
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3. No consentirá junta de gentes, guitarras, juegos de naipes ni otro alguno aún de los permitidos por Reales Pragmáticas ni mucho menos que haya corrillos a su puerta pena de diez pesos al pulpero, al esclavo de cincuenta azotes y a cualquiera otra persona de veinte días de cárcel.
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4. No dará fiado a los hijos de familia, criados no esclavos, pena de perder lo que fiasen ni admitirá ventas, o empeño de prendas, ni alhajas sin que el legítimo dueño autorice al vendedor con un papel firmado de su mano.
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5. No venderá los comestibles ni demás efectos a precios inmoderados sino a los corrientes, y si se excediere de los señalados cometiendo usuras en las ventas, por la primera vez será multado en diez pesos, por la segunda en veinte y a la tercera se le cerrará la pulpería aplicándosele las penas a que hubiese lugar conforme a derecho, sobre que se estará muy a la mira por el Fiel Executor y el Alcalde de Barrio.
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6. Cerrará la pulpería a las diez de la noche en invierno y a las Once en Verano.
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7. Luego que obtenga este permiso lo presentará al Alcalde de Barrio a fin de que tome razón para él para su gobierno y lo fixará en una tablilla a uno de los lados del mostrador para que puedan leerse estas prevenciones y tenga su debida observancia.
Buenos Aires de mil setecientos noventa.

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Adaptado de Acuerdo del Cabildo del 20 de julio de 1804.
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Fuente: Dirección General de Cultura y Educación
www.abc.gov.ar

miércoles, 15 de octubre de 2008

Almacén “La Victoria”

(“Boliche de Castro”) de Don Eduardo Castro.
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Este viejo almacén de nuestra localidad, llamado así en homenaje a la obtenida por las fuerzas Sanmartinianas en la batalla de Maipú, fue un tradicional lugar de encuentro de parroquianos y un gran abastecedor de mercaderías para la campaña cuando el antiguo trazado de la vieja ruta, Buenos Aires - Mar del Plata era de tierra y pasaba junto a él.
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Ubicado en la hoy planta urbana de Maipú, Provincia de Buenos Aires fue el centro de gran actividad cuando por él pasaban los trabajadores del antiguo Matadero Municipal, ubicado a pocas cuadras y los de la ya desaparecida Vialidad Nacional instalada en sus inmediaciones.
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En su parte interior conserva aún hoy la misma fisonomía de cualquier almacén tradicional, solo un detalle sobresale, su dueño sostenía que el mostrador debía ser lo suficientemente ancho como para poder esquivar cualquier intento de arrebato de algún parroquiano armada con cuchillo.
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Este mismo supo ganarse la confianza de toda la población y es así que en sus momentos de esplendor este viejo almacén supo atender cerca de trescientas “libretas” (se denominaban así a las cuentas corrientes, las que eran llevadas en una libreta que el almacenero entregaba al cliente para su control), además tenía servicio de reparto a domicilio el que se hacía mediante una “jardinera” (carruaje tirado por un caballo y de un solo eje, parecido al tradicional sulky, pero más tosco).
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También en sus épocas de mayor auge se realizaron allí populares carreras cuadreras y de sortija matizadas con el tradicional juego de bochas para el cual poseía una cancha, cuando anochecía era la hora del popular truco el que se extendía muchas veces hasta altas horas de la madrugada.
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Con el correr de los años y el advenimiento del progreso este viejo boliche fue perdiendo actualidad hasta que fue tomado por un grupo de amigos que allí formaron una peña donde se reunían a cenar, componer canciones y cantar, uno de sus componentes fue el Sr. Juan Carlos Callejas, un gran poeta Maipuense, ya desaparecido que nos dejó varios trabajos de poesía urbana, una de las cuales se titula “A un Viejo Boliche de mi pueblo”.
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Hoy carente de actividad, el progreso lo ha sobrepasado, pero se resiste y aún continúa dando batalla queriendo conservar entre sus paredes aquellos gloriosos años de esplendor para entregarlo a las nuevas generaciones de Maipuenses, para que estos puedan tener testimonio de su historia y sus raíces.
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Fuente: Juan R Naddeo – Maipú (Bs.As) Octubre de 2008-10-15
ladobled@gmail.com

lunes, 13 de octubre de 2008

A un Boliche de mi pueblo

Viejo boliche de pueblo
que tanta historia tenés
de gente que frecuentaron
a tus paredes raídas
y un misterio de sus vidas
que no podremos saber.
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Tienen tus grandes fachadas,
ya gastadas por el viento
muestra de tus grandes momentos
que los años te acompañan
quién sabe cuantas hazañas
se comparan a tu suelo.
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Tu mostrador muy gastado
y también tu estantería.
La vereda de ladrillos
con su viejo ventanal
fueron motivos traviesos
que me hicieron inspirar.
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Te dejo viejo boliche
yo siempre quise evocar
vieja esquina de la vida
que muy cerca pasa el tren.
Llorarán muchas guitarras
el día que ya no estés.
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Fuente: Juan Carlos Callejas - Maipú - 1968

domingo, 12 de octubre de 2008

Pulpería Mira Mar

Pulpería La Blanqueada

La Blanqueada es el local de una auténtica pulpería restaurada de más de 150 años de vida. Además, tiene su historia propia: Ricardo Güiraldes usa el lugar en un pasaje de ficción en su "Don Segundo Sombra". Hace que en su interior se desarrolle el primer encuentro de Don Segundo con Fabio.
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Una reja separa el interior del patio. A través de ella, y como prevención, el pulpero servía a los forasteros desconocidos, los parroquianos conocidos tenían acceso al interior y allí se les servía y se les daba lugar para jugar a los naipes y conversar. En el interior, interpretado por medio de muñecos de cera, un grupo de gauchos juega a los naipes ante la mirada del pulpero. Estos llevan botas de potro y chiripá y en la cabeza lucen un pañuelo colorado, típico de los paisanos en el período Rosista. Todo recrea el ambiente, la reja, el mostrador, el botellerío, los muebles.
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En el año 1999, la Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares Históricos de la Secretaría de Cultura de la Nación declaró a la Pulpería "La Blanqueada" como Monumento Histórico Nacional junto a: El Parque Criollo Ricardo Güiraldes y Museo Gauchesco de la Provincia de Buenos Aires, El Puente Viejo, la Iglesia Parroquial de San Antonio de Padua, la casa de la Intendencia Municipal y el casco de la Estancia “La Porteña”.
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jueves, 9 de octubre de 2008

La pulpería de Caballito

El actual barrio de Caballito formaba parte del partido Provincial de San José de Flores.Don Antonio Requejo, es considerado el primer poblador de ése lugar, pues había adquirido en el año 1799, un terreno limitado por las actuales calles de Av. Rivadavia, V. Martínez, J.B. Alberdi y Hortiguera, donde levantó una casa para vivienda y hasta casi el año 1830, se lo designaba como barrio del Requejo. En el año 1821, se afincó en la zona un grupo de inmigrantes genoveses, Cánova, Mortachioli, Navone y Villa, que poco tiempo después, cambiaron sus apellidos castillanizandolos como Cáneva, Montarcé, Naón y Vila. Don Nicolás Vila, casado con Doña Juana Agriente y cuñado de Don Fransisco Montarcé, sería el que daría al lugar, el nombre del futuro barrio, pues el 15 de Febrero de 1821, adquirió a Don Juan Antonio Avalos, la manzana comprendida entre las actuales calles de Av. Rivadavia, E. Mitre, J.B. Alberdi y V. Martinez.
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Allí edificó, en la esquina sudoeste de las actuales calles Av. Rivadavia y E. Mitre, una casa con cuatro habitaciones, una de ellas formando esquina con puertas a ambas calles, en la que instaló una pulpería. Compró luego un tal Galeano una vieja ballenera que había encallado frente al paseo de la Alameda y la transportó en carreta hasta la pulpería. Una vez desarmada utilizó un tabletón para cercar el predio. El mastil, después de colocarle en la pirilla del mismo una veleta de latón con la figura de una caballito de patas retaconas, que habia comprado en la herrería de Monteagudo de la calle Venezuela (entre las calles Perú y Bolivar) lo plantó en el palenque exterior, frente a una de las puertas.
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A partir de entonces, los parroquianos que concurrían al negocio (por sus famosos ravioles)comenza-ron a utilizar la veleta como referencia geográfica..."Antes del caballito...después del caballito...frente al caballito..." De manera que se institucionalizó el nombre para todo el vecindario. Después del asesinato de Don Nicolás Vila a manos de los soldados de Lavalle en el año 1829, pese a los esfuerzos de su hijo Isidoro, el negocio decayó, y el 17 de Marzo de 182, lapropiedad fue rematada. Don Luis Naón compró la famosa esquina, retiró la veleta y la colocó en la nueva pulpería que había abierto en la esquina noroeste de Av. Rivadavia y Cucha Cucha. La esquina del caballito pasó a ser la de Don Luis Naón, quién falleció en 1844. La propiedad pasó en poder de Don Carlos Naón, figura destacada en el partido de San José de Flores, donde se desempeñó como Juez de Paz. En aquel entonces, tanto la calle Cucha Cucha como la estación del ferrocarril, tuvio como nombre "el caballito".
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Producido el fallecimiento de Don Carlos Naón, la quinta del caballito fue loteada y adquirida por un norteamericano de Salem, Massachusetts, Don Enrique Jaime Ropes. Haciendo esquina a las actuales calles Av. Rivadavia y E. Mitre al sudeste, existía otra vieja pulpería de Don Manuel Donado y Celestino Montarcé, quien al ser dmolido el edificio del Caballito, rescató la antigua veleta y la colocó en su negocio, siendo así la última etapa de la veleta del caballito. En los primero años del 1900, se podía contemplar en ése lugar, la famosa veleta. En 1925, por gestiones de Don Enrique Udaondo y gentileza de la familia Donato, pasó al Museo Histórico Nacional de la ciudad de Luján, donde se encuentra actualmente. Hoy, en el extremo oeste de la plazoleta de Primera Junta, se encuentra una réplica de bronce de la famosa veleta del caballito en el mástil inaugurado el 10 de Noviembre de 1969, donado por el Club de Leones del barrio, obra del escultor Don Luis Perlotti.
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Fuente: José Fedele, publicado en www.barriodeflores.com.ar

miércoles, 8 de octubre de 2008

Una esquina con historia

La Esquina de Argúas es una antigua pulpería de mediados del siglo XIX y está a unos diecisiete kilómetros de Vidal, en un camino de tierra que en otros tiempos unía Dolores con Sierra de los Padres. Aunque durante muchos años quedó un tanto abandonada a su suerte, en la actualidad sus nuevos propietarios intentan revalorizarla. Situada dentro de los límites de la estancia Tierra Fiel, propiedad de la familia Saubide, aún conserva la reja en el mostrador que separa al pulpero de los clientes, sus blancas paredes de adobe y el piso de tierra. Juan Argúas se llamó el primero de los hombres que atendieron este viejo reducto de gauchos, parroquianos y viajeros, donde además de vender licores y comestibles, funcionaba una oficina postal.
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Carlos Zuchelli es quien ocupa el lugar de pulpero en la actualidad. Hombre de campo y pocas palabras, enseguida ofrece una grapa para entrar en confianza. Cuenta que la pulpería cerró sus puertas varias veces a través del tiempo. Para evitar su cierre definitivo, la municipalidad de Mar Chiquita la declaró Patrimonio Histórico en 1990. Zuchelli señala un punto en la vieja pared de adobe donde, según dice, había un cuadro que retrataba el cotidiano del lugar. Era una copia de un original de 1839, que fue robado junto a otros objetos de valor histórico, durante uno de los tantos períodos en que el establecimiento permaneció cerrado.
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Hoy, además de los turistas que la visitan, acuden parroquianos a beberse unas copas, comerse una picada y jugar partidas de truco. Además, es el lugar ideal para un día de cuadreras. Dicen que por aquí anduvo Dardo Rocha, el fundador de la ciudad de La Plata, y también José Hernández, el autor del Martín Fierro.
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Créase o no, la Esquina de Argúas es un pedazo vivo de la vieja historia bonaerense. Y queda ahí nomás, al trotecito por Coronel Vidal.
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Fuente: Página 12, 13/04/2008
Imagen: Silvia Vazquez

viernes, 5 de septiembre de 2008

El Boliche de Aspiroz de General Lavalle

Supo ser muy bien mentado
aquel boliche rural,
donde en forma natural
se daba el trato apropiado.
Sencillo y considerado
el patrón con el gauchaje,
que a veces llegaba en viaje
con arreos para venta,
por la huella polvorienta
que acercaba a ese paraje.
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Siglos atrás asentaron
cerca de allí paradero
los indios que con esmero
su impronta veraz dejaron.
Sus manos rudas forjaron
muy diversos utensilios,
platos, jarras y cuchillos
también urnas funeraria
sen obras rudimentarias
hechas por seres sencillos.
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Feria y remate de hacienda
una vez al mes se hacía
y cuando esto acontecía
la reunión era estupenda.
Al entrar a la vivienda
había una gran cocina,
en donde alguna gallina
iba a parar al puchero,
también el guiso carrero
completaba la rutina.
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Lindaba con La Esperanza
y El Palenque: dos Estancias
parejas en abundancia
sen las horas de labranza.
Destacaba la templanza
singular de la peonada
que en nochecita cerrada
al boliche se acercaba,
y al truco, bochas o taba
despedían la jornada.
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Hoy sus puertas se han cerrado
se ha convertido en tapera,
el candado en la tranquera
habla de un tiempo acabado.
El pastizal arraigado
crece a la buena del viento
y es testigo de un lamento
que recorre el monte e' tala
donde un reflejo e' luz mala
surge y se pierde al momento
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Fuente: ©Norma Ester Montenegro

miércoles, 27 de agosto de 2008

Pulpería Cultural La Fedral

Hace algunos años, en noviembre de 2001, Pedro Francisco Fernández era el conductor de “Bajo la Cruz del Sur”, programa radial que difundía la música bonaerense. Desde allí surge la idea de hacer una publicación, con la intención de “abrir conciencia nacional”, latiguillo que usa hasta hoy. Así, el proyecto de publicación se transformó en “El Resero”, revista mensual que en su nombre hace honor a quienes llevaban las tropas de ganado de un lugar a otro. Además, un tío abuelo de Fernández tenía ese oficio.
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“En ese tiempo, los arrieros que andaban por esta zona paraban en una pulpería que se llamaba ‘La Azulada’, que estaba enfrente de donde hoy está McDonalds; viste vos las paradojas del progreso”, comentó Pedro.Esta revista fue premiada en el año 2004, por el Consejo de Ciencias Económicas de La Plata. Su creador manifiesta el orgullo que siente no por el premio, sino porque la revista se lee e interesa.Con la caída de la convertibilidad en 2001, la revista dejó de salir. Cuando se editó nuevamente, salió con el color celeste, “Para poder pintar la bandera”, dijo Pedro.Fernández es un verdadero conocedor de la causa del gaucho y la historia argentina. La charla devino en cuestiones históricas, y un poco también sirvió para contextualizar el porqué de su pasión.“Yo me considero un nacionalista popular, defiendo a los aborígenes, al arquetipo del gaucho al cual tenemos que mirar y aceptar con su vestimenta, con lo que ésta implica que es todo un modo de vida y una ideología.“Por eso hago todo lo que hago, el resero, la pulpería y las charlas en escuelas”, agregó.

Cruce de los Andes
“Además, realicé el cruce de los Andes en mula en el 2001 y después lo hice en una marcha a caballo, siempre llevando el mismo mensaje de nacionalidad y soberanía. Desde esa época, doy charlas en las escuelas. Los otros días estuve en el colegio Armonía, es raro ver a un gaucho en una escuela privada porque, por lo general, están pensando en otra cosa. Pero, lo que yo más les marco a los chicos, en cualquier caso, no sólo en esta escuela, es que no se rían del gaucho y que estén orgullosos de él, porque desde ahí devenimos y ellos fueron los que lucharon por esta tierra”, manifestó Pedro.

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Idea familiar
Pedro fue desarrollando la idea de la pulpería con toda su familia por 2 años. Así, el 20 de noviembre de 2004 inauguró la Pulpería Cultural La Federal. Esta fecha de apertura no es casual ya que ese día se conmemora la batalla de La Vuelta de Obligado y es, también, el día de la Soberanía Nacional.“Cuando se abre la pulpería, sacamos la bandera, la ponemos en el frente del lugar y no se la entra hasta el cierre”, comentó Pedro, mientras sacaba un enorme candado y abría la puerta de rejas de La Federal.
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Entrar a la pulpería es encontrarse en un pequeño museo. Además de sus características edilicias que respetan a rajatabla los materiales y el estilo de la época, con pisos de ladrillo y techo de paja, el visitante tiene la opción de tomar un trago. Entre lo que se puede ver, encontramos un muro con las fotos de todos los caudillos argentinos, innumerable cantidad de objetos que cuelgan de la pared, herramientas de trabajo, armas como facones y sables, una réplica del carruaje de Juan Manuel de Rosas, libros, faroles y muchas otras cosas.“Esta es una trinchera contra la globalización, contra lo de afuera. Acá vienen los chicos de las escuelas, porque se muestra a los niños qué fue y para qué sirvió la pulpería, porque no era simplemente un bar”, dijo.
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Las pulperías
“Yo digo que fue un mojón de la civilización. Imaginemos esos caminos solitarios, polvorientos, por donde venían las carretas, la gente de a caballo, los chasquis y la pulpería estaba ahí para asistir a esa gente. “Tenía, desde un lugar para cambiar caballos y tomarse una bebida, hasta sitios para dormir o hacerse de provisiones”, contó Pedro con tono de docente. En la llanura bonaerense llegaron a existir 300 pulperías. Con el avance del tiempo, de los caminos y la civilización, la mayoría desapareció y sólo quedan alrededor de 20. “El salón que está anexado a la pulpería es el museo de la soberanía que se llama Fausto Gabasi. Aquí también conmemoramos la soberanía de Malvinas, pero el hilo es la resistencia al ataque de los imperios, que buscan poder y usurpan”.
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En la pulpería se pueden ver espectáculos artísticos, tanto de nivel nacional, ya que hace sólo unos días estuvo cantando Argentino Luna, como artistas locales. “Generalmente, busco traer gente que también difunda el folclore bonaerense; no tengo nada contra la música de otras provincias pero me gusta mucho la milonga bonaerense. Igualmente por aquí han pasado músicos de toda clase de ritmos. Por ejemplo el 6 de abril toca Bibiana Frutos, una chica de Zárate que canta muy bien y hace folclore, melódico y tango. En tanto, el 24 de mayo -esperando el día de al revolución-, actuará Lucía Ceresani.
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Fuente: El Debate, El diario de Zarate, 17/04/2006

jueves, 7 de agosto de 2008

Almacén Pavón o "Boliche Pavón"

Por ahora les dejo unas fotos, en breve pondremos mas informacion de este "Boliche" de aproximadamente 70 años y queda a pocos kilometros de la rotonda de Mar de Ajó.

















Frente del "Boliche"

















Vista del interior























El Pulpero Fernandez nos abre la puerta de su "Boliche"


domingo, 20 de julio de 2008

Boliche de Estaño

Te vas muriendo de a poco
viejo boliche de estaño
con tus barajas mugrientas
y tu sudor proletario.
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Nunca te faltó un cantor
del que todo pueblo tiene
que al parroquiano entretiene
mientras le canta sus penas.
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Hay una caña que quema
la garganta de algún curda
que cree que así le hace burla
a los dolores que tiene.
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Yo no le canto a tu vida
y no le lloro a tu muerte
sólo que yo comprendo
lo que le espera a tu suerte.
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Te vas muriendo de a poco
viejo boliche de estaño.
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Letra: Hugo Salerno
Música: Marcelo Saraceni

Las Encadenadas, posta y almacén

Posta y almacén de ramos generales con estafeta de Correos y Telégrafos habitada por diferentes familias desde fines del siglo pasado (antes de la fundación de Villa Cañás).
Las Encadenadas nace como una posta con estafeta de Correos, que se conectaba con San Urbano – Melincué -
"Pasaban dos carruajes; uno transportaba gente y el otro, correspondencias, bultos. En Las Encadenadas hacían cambio de caballos.
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Venían de Teodelina, pasaban por la posta La Paloma (ubicada al este de Villa Cañás), llegaban al almacén y se iban a San Urbano. Les llamaban "galera"; la que llevaba gente tenía dos ventanitas en cada costado, y la que llevaba cargas era como un furgón, todo cerrado, se abría sólo la puerta de atrás. "En ese tiempo - años '25, '26, '27...- corría la línea de telégrafo. Este era el medio de comunicación; nos mantenía en contacto con Villa Cañás, Teodelina..."
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"Las Encadenadas era una casa grande, de paredes anchas (de un ladrillo y medio, cada ladrillo tenía cuarenta y cinco centímetros de largo por veinte de ancho), tenía dos dormitorios y un comedor, del largo de esas dos habitaciones y más ancho era el salón del negocio - estos tres ambientes tenían piso de madera -, el sótano era de doce metros de largo por seis de ancho (allí se colocaban las bordolesas de vino, la cerveza, las gaseosas, los quesos, las facturas); la cocina, era amplia, tenía pisos de mosaico y una cocina a leña grande -...
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"Las Encadenadas era un almacén de ramos generales. Mi papá vendía ropa de trabajo para toda la gente de campo: botas; botines; esos zapatones de suela de madera para juntar maíz; el botín Patria; además, había remedios para friccionar, para el catarro, para los chicos; sombreros; pañuelos de gaucho; maletas para juntar maíz; pullovers; camisetas; monturas para sulky, para breque; recados; pecheras...
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En un ladrillo de la pared del edificio del almacén se hallaba inscripto: 1.901; año en el que terminó de construirlo el Sr. Dante Pellegrini (en 1.902 se funda Villa Cañás). Por esos años, estuvo al frente de esta posta-almacén Don Victorio Noca. Se estima que su fundación data de la última década del siglo diecinueve y que la construcción era de adobe, según datos de lugareños (familia Tonso). Estaba ubicado a dieciséis kilómetros al norte de Villa Cañás, en la Colonia Rueda.
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"En el año '80 le empezamos a sugerir a nuestro padre -continúan los hermanos Mian- que cerrara, el negocio no daba. Con el correr de los años la colonia se redujo, la mayoría de las familias se radicaron en el pueblo y las que se quedaron venían seguido por trámites bancarios, y hacían las compras. Era imposible mantenerlo cerrado y en buenas condiciones; pensamos que iba a ser víctima de saqueos y deterioros. Antes de ponerlo en venta, mi padre habló con la gente de la Comuna de Villa Cañás, avizorando la posibilidad de que lo mantuvieran como lugar histórico. La respuesta fue que ellos tampoco podían preservar el lugar. Por lo tanto, lo pusimos en venta."
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Lo compró la Municipalidad de Arenales. En enero de 1981 el almacén de ramos generales Las Encadenadas es demolido.
Sólo quedan en Villa Cañás las rejas de una de las ventanas en poder de la familia de Alberto Mian. Los restos del edificio -ladrillos y escombros- se hallan sepultados en los cimientos de una pileta pública de mencionada localidad de la provincia de Buenos Aires.
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En el sitio geográfico en el que se hallaba esta posta-almacén, que albergó a tanta gente, actividades y vivencias que son parte de nuestra historia de héroes cotidianos, no hay -hasta el momento- ningún monolito de referencia para que las generaciones futuras sepan con certeza de su ubicación espacial.
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Texto: Juan Carlos Mogni, para ver el articulo completo visite: http://villacan.com.ar/pan/Rev3/almacen.htm

domingo, 6 de julio de 2008

Las antiguas casas de comercio en Saladillo

Surgieron en la campaña antes que los pueblos. Sus dueños se jugaban en esta pampa verde y enemiga. Comerciaban con los "camiluchos", indios mansos que trabajaban en las estancias comprándoles cueros, pieles, cerda, huesos y astas. La compra era un simple trueque, y los camiluchos por lo general lo hacían por yerba, azúcar y ginebra.
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Desde Lobos cruzando el Salado, por donde hoy es Roque Pérez estaba el almacén El Alto, más adelante La Paz y antes de cruzar el Saladillo, en el paso viejo. Del Carril, la posta de Nonis, que era propiedad de don Antonio Bozán y más tarde de don Alejandro Ortuzar.
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A cuatro leguas de ese punto estaba el almacén de don José Ramón Sojo, rodeado de una profunda fosa a prueba de saqueos, muy comunes en esa época. En dirección a Tres Bonetes y Polvaredas, don Alejandro Posadas, padre del maestro de la cirugía argentina, tenía un surtido almacén.
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Por el paso San Alejo, Arroyos Las Flores, los hermanos Maximo y Francisco Cabral disponían de un negocio de ramos generales, camino a Las Flores y Monte.
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En el Paso de las Carretas (La Razón) don Juan Doussinague tenia otro almacén y en La Barrancosa, en la propia estancia, era dueño de una pulpería don Tomas Alvarez. Ya en pleno desierto y continuamente jaqueado por los indios tapalqueneros había otra pulpería de un Sr Camelion, Micheo, hoy campo Laborde.
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Este Sr. comerciaba en gran escala con los indios amigos, obteniendo en trueque hermosas mantas, trabajos hechos en cuero, platería y otros objetos que confeccionaban los indios serranos. Con el tiempo el campo donde estuvo ubicado este comercio fue conocido como Camaleón: estos boliches de campo fueron avanzada de la civilización y es justicia recordarlos.
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Texto: Alberto O. Benitez
Publicado en: www.saladillo.gov.ar

Boliches de campo en el Pueblo de O’Brien

El almacén de ramos generales cumplió un rol muy importante en la región, tanto comercial como social. Era conocido por los habitantes como "el boliche", lugar donde se podía adquirir desde alimentos hasta herramientas en general. Por lo basto de las extensiones era el lugar donde se encontraban los vecinos en forma casual o a veces pactada. Estos encuentros dieron origen a reuniones sociales tales como el juego de bochas, truco o taba.
A continuación nombraremos algunos de estos comercios:
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“La Bellaca”
Lo atendía Humberto Rep, y estaba en el cruce de la Ruta a Los Toldos y el camino a Junín
“Almacén de Casaza”
Estaba frente a las vías del FFCC camino a Bragado, detrás del cementerio.
“El Almacén de España”
Ubicado en Villa Elba.
El “Boliche de Clemente Spera
También en Villa Elba.
“Almacén de Andrés Rossi”
Existió en 1915 también en Villa Elba.
“Boliche de Bellome”
De Urbano Bellome y después de Eduardo Cavanagh.
El “Boliche de Peralta”
De Juan Elías Peralta, data de 1940, despacho de bebidas, fonda, almacén era donde se corrían carreras cuadreras.
“Almacén de Benito Andrés”
Era boliche, despacho de bebidas y surtidor de combustibles. Ubicado frente a los silos de la Cooperativa.
“Almacén de Santos Rossi”
En el Barrio Las Ranas.
“La Pobrecita”
De Agustín Morosini, data de 1940, y estaba en Villa Elba.
“La Argentina” (También conocido como “Parada de los Carreteros”)
Data de 1850, de La Flia. Unchalo y luego de Enrique Villareal.
Un poco mas cerca en el tiempo
El “Boliche de Orona”
De “Perico” Orona, almacén, comestibles, y despacho de bebidas.
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Texto: Anabela Bowen.
Publicado en: www.obrienciudad.com

miércoles, 25 de junio de 2008

Almacenes en la patagonia, Los Tamariscos

Desde el pueblo de Colonia Sarmiento, en el sur de Chubut, la Ruta Provincial 20 va hacia el noroeste de la provincia y luego de recorrer 125 kilómetros llega al caserío Los Tamariscos, donde hay un barcito patagónico perdido en medio de la nada. Allí vive la señora Gertrudis Bohme, quien atiende personalmente su barcito frecuentado por algunos hombres de campo y también por unos pocos turistas que paran a comer.
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El edificio fue históricamente el almacén de ramos generales de Los Tamariscos –que tiene quince casas–, fundado en 1938 por los padres de “Trudy”, unos inmigrantes alemanes llegados a la Patagonia en 1918. El lugar también funcionó como hospedaje y restaurante para los viajeros que venían en auto desde Esquel o Río Senguer hacia Comodoro Rivadavia. El propio padre de Trudy levantó con sus manos las paredes de caña y barro con paja de trigo y techo de chapa.
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En 1967, Trudy heredó el almacén, que conserva su mostrador de madera pinotea donde se despachan todavía las típicas ginebras y productos básicos en general. Y aquí vivió siempre con su familia hasta que se fue quedando sola, cuando sus hijos se comenzaron a ir. A medida que se iban desocupando los siete cuartos, Trudy fue llenando los espacios vacíos con objetos históricos que recolecta en la zona y armó el Museo Regional Los Tamariscos, dentro de su propia casa.
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El singular museo exhibe ahora una colección con centenares de puntas de flecha recogidas en la zona, una victrola que perteneció al cacique Juan Canquel y un sinfín de antigüedades de campo. El bar y museo de Los Tamariscos está dentro de un circuito turístico del sur de Chubut llamado Huellas de Pioneros, cuyo punto central de atracción es el Bosque Petrificado de Colonia Sarmiento.
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Fuente: Julián Varsavsky, publicado en Página 12 27/05/2007
Foto: Santiago Gaudio

martes, 24 de junio de 2008

De pulquería a poolpería

Orígenes: algunas definiciones llevan a Santiago de Compostela, a la Colonia Vela, de las novelas de Osvaldo Soriano, o a precisiones del Inca Garcilaso.
Sobre el origen de la palabra pulpería se puede discutir indefinidamente desde profundas trincheras etimológicas y costumbristas. La exageración vale si se comienza por entender lo de pulpa (origen carnoso) o lo de pulque (origen de antiguo trago mexicano que se saca del magŸey o pita), y se cierra el primer capítulo con alguna enciclopedia española que la sentencia como una voz tolteca (para polemizar más: en lengua pampa, pulcú es aguardiente).
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Esto quedaría allí si no existieran los pulpos ni los españoles conquistadores. Es que éstos vinieron de rías y puertos donde los pulpos abundan para estremecimiento de los amantes de picadas marítimas (por las calles de Santiago de Compostela, no es difícil encontrar una pulpería con esa designación, sin gauchos claro, pero con tragos y entremeses).Y toda esta confusión concluiría si fuera contundente lo del Inca Garcilaso de la Vega, que dio cuenta de que en una taberna halló a los pobres vendedores intentando la venta de un pulpo. En esto se apoyó tres décadas atrás el periodista León Bouché, en uno de sus trabajos sobre las pulperías.
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Más cerca en el tiempo, conviene rescatar el final de una charla sobre el tema, desovillada por quien esto escribe con Osvaldo Soriano, el desaparecido escritor, entrañable amigo. Grabábamos en Tandil -para la televisión, quince años atrás- un breve repaso de su vida como periodista y escritor. Corridos hasta la cercana Colonia Vela, población muy aludida en sus novelas, hicimos allí los últimos bloques del programa donde apareció el escenario ideal: "Hacemos el último bloque en una poolpería", fue la determinación que trajo sorpresa y risas. Es que un descubrimiento casual hizo que las cámaras quedaran instaladas en un boliche frente a la estación, donde varios chacareros de bombacha, rastra y alpargatas jugaban al pool.
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Al por mayor
Las eruditas versiones de enciclopédicos como Tito Biraben y Félix Coluccio, entre otros, coinciden en definir las pulperías como una suma de almacén, tienda, taberna y casa de juego de campaña, abastecida de bebidas fuertes y vino Carlón, que se bebía en cilindros de hojalata. Sarmiento le agregaba a la pulpería su condición de club, y el francés Alfredo Ebelot, la distinción que jerarquizaba a las llamadas esquinas.
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Altos y guapos
El marino inglés Emeric Essex Vidal -en 1819- las consideró chozas miserables y sucias, aunque hablaba de la posta, que era una pulpería y a la vez modesta posada. La clientela -supuso- no gustaba del vino, sí de la caña hasta el último penique; y, aseguró, que el gaucho canta penosas canciones. Pero Charles Darwin, que se topó con una pulpería por primera vez en Uruguay, cerca de Las Minas, reparó en la apariencia chocante de los gauchos, "altos y guapos", anotó, llenos de altivez, el pelo largo y en bucles sobre la espalda.
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Cunninghame Graham descubrió que lo más a mano que el pulpero tenía era el facón y una pistola. Pero hizo una buena descripción de la reja de madera a lo largo del mostrador, con una portezuela para alcanzar la bebida. Coincidió con Sarmiento en lo de club, y habló del payador, del convite con Carlón, de las riñas a primera sangre y de una decrépita anécdota del gaucho Carancho (seguro, González, lugarteniente de Rosas en Monte).
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Fuente: Texto Diario La Nación, Foto Pilar Bustelo 28/05/1999

domingo, 22 de junio de 2008

Pulpería "El Torito"

El almacen de ramos generales, Pulpería y Despacho de Bebidas "El Torito" data de 1880. El establecimiento es de estilo Colonial Español continúa su actividad hasta el presente, a la vera del Camino Real. Al histórico y viejo Almacén concurrieron muchas personalidades del ambiente artístico, político y cultural. Se filmaron escenas de telenovelas y fue motivode tomas fotográficas y cuadros al óleo. Comentada por los medios radiales y escritos.
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Verdadera proveeduría rural, lugar de entretenimiento y esparcimiento del gaucho. Se pueden adquirir aquí productos de talabartería, aperos gauchescos, alpargatas, etc., o tomar un trago en sus largos mostradores y observar parte de las rejas, que antiguamente impedían el saqueo de los cuatreros. Atendido por el pulpero, el personaje más importante del lugar, del cual dependían los lugareños y los peregrinos.
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Una de las últimas pulperías y paraje antiguo de la provincia de Buenos Aires y única en esta ciudad. Su valor estético e histórico, está dado por su construcción original, tipo capilla, de ladrillos asentados en barro y adobe, con pisos de pinotea y ladrillos de 123 años figura por su importancia en los libros de historia y es permanentemente concurrida y filmada por todos los medios televisivos. En sus palenques es común ver atados los caballos de los gauchos y éstos con sus vestimentas típica.
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Fuente: www.intersur.com.ar/eltorito.htm

Pulpería "San Gervasio"

Se encuentra ubicada en la ruta provincial 50, límite entre los partidos de azul y Tapalqué.
Este almacén pulperia data de 1855 y es el decano de todos los comercios existentes en la campaña Azul-Tapalqué. Conserva todos los rasgos característicos de la época en que fué construido: el piso original de tierra apisonada, la reja de protección en el mostrador de atención al público, las puertas y ventanas, la galería bajita, y una colección de herramientas de laboreo del campo, dignas de un museo vivo de la producción y el trabajo rural.
Desde hace tres generaciones, la pulpería es atendida por la familia Toso; quienes relatan infaltables cuentos del lugar mientras el visitante se toma una cañita.
En la actualidad es propiedad de la Congregación Salestiana, por donación, (a fallecimiento) de la Sra. Luisa Saint Andrea de Compodónico.
Es un lugar de paso obligado si visita Azul.
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Fuente: Turismo en Azul (www.turismoenazul.com.ar)
Fotos: Diario Clarín.

Trágica reyerta en una pulpería por Dolores

Un hecho real recreado por Justo P. Sáenz nos retrotrae a una pampa de bravos gauchos que medían su coraje.
Si en la extensa provincia de Buenos Aires tuviésemos que señalar la zona en que hubieron de conservarse por más tiempo las auténticas tradiciones, como rincón gaucho, señalaríamos sin dudar el paraje de la extensa Cañada del Vecino.
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Quienes hoy disparan por la ruta 2 a Mar del Plata, debieran saber que a unos 20 km después de pasar Dolores, a la derecha, se abre un camino de tierra que se interna en aquella especialísima región, pasando enseguida las vías del viejo F.C.S. y la estación Parravicini, e ingresando en el partido de General Guido, sigue hacia el Oeste y luego al Sur para reaparecer en Maipú.
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Desolados campos bajos, otrora riquísimos en pajales de amarillenta espadaña, comarca de variadísima avifauna. Pagos gauchos si los hubo, compuesto de enormes latifundios, con centenarias estancias como "La Quinua", "Navas", "Barrancas Coloradas" (donde vivió Benito Lynch), "Palenque Chico" (de Ambrosio Juan Althaparro) que además algunas fueron postas de la galera que iba de Dolores a Ayacucho.
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Por allí se vieron los últimos gauchos de chiripá y medias blancas, y pulperías y esquinas famosas poseedoras de enrejados mostradores y con cubiertas de paja, teja francesa o azotea, que constituyeron centros de negocios y sociabilidad y cancha de diversiones y reyertas.
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Todo se perdió cuando se construyó el canal 1 que desecó los bañados y lagunas y que arreó también con todo el bicherío que los habitaba. Pero así y todo no se borra en mi recuerdo. Allí fue que ocurrió, lo que les cuento ahora. Enclavado en este particular lugar se hallaba una pulpería renombrada. Un día sucedió en ella un drama sangriento (tal como lo presenta La Patria , importante diario de Dolores, del miércoles 16 de abril de 1879): "Anteayer, se encontraba, entre otras personas, en la Casa de Negocios de don Leandro Sánchez, conocida por de Escudero y situada en el «Palenque Chico», partido del Vecino, el dicho Sánchez un moreno llamado Pedro Telmo, autor de varios crímenes cometidos en el Norte de esta Provincia.
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"El segundo de los nombrados en uno de los versos le dijo al primero que ambos eran parientes a lo que este le contestó en otro de sus cantos que no lo extrañaba pues el padre le había dicho que tenía unos parientes negros. Parece que esta contestación le desagradó de tal manera a Telmo que levantándose del asiento en que se hallaba, acometió a Sánchez cuchillo en mano infiriéndole una honda herida.
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"Sánchez al sentirse herido sacó su rewólver (sic) y descerrajó un tiro sobre Telmo que en esos momentos estaba parado en una de las puertas que da salida al patio de la casa, yendo la bala a depositarse en una de las piernas de aquél.
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"Telmo trató de huir, pero fue seguido por Sánchez que en el acto consiguió darle alcance y quitarle el cuchillo que aún conservaba con el que le infirió varias heridas. Sánchez desfallecido murió casi inmediatamente. Cuando volvieron por Telmo, éste era ya cadáver.
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"Los anteriores son los únicos datos que hasta ahora hemos podido tener sobre el particular. De las averiguaciones que hemos hecho, resulta que ninguna enemistad existía entre Sánchez y Telmo."
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El folklorista y escritor Justo P. Sáenz (h.) en una nota publicada en 1965 en LA NACION, sobre "Cantares Argentinos" parece haber conocido este hecho pues refiere: "Existe otra «desgracia» aunque no la he oído cantar ni recitar, me consta existe y fue muy popular otrora en Dolores y el Vecino. Proviene de una riña a facón acaecida en 1887 [el hecho ocurrió como vimos en 1879] en una pequeña pulpería que quedaba sobre el viejo camino a Mar del Plata...
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"El dueño de esa pulpería (un par de ranchos de «chorizo» y paja de techar, cuanto más), un cierto Sánchez (creo que su nombre de pila era Abdón), hombre bravo, pero serio y honesto, diestrísimo en el manejo del cuchillo, que después de haber servido en los fortines de la frontera y resultar vencedor en muchos duelos de arma blanca, había resuelto cambiar radicalmente de vida, instalando este negocito -con capital agenciado, seguramente, con cueros de nutria y pluma de avestruz o de mirasol- en medio de aquella desolada planicie.
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"Y quiso la suerte de Sánchez que una mañana llegase a sus palenques, con caballo de tiro un mozo ágil y vigoroso, bien puesto, de chiripá de merino negro, nazarenas de plata, botas de potro, tirador lujoso y chamberguito redondo afianzado con barbijo. Desmontó el forastero, ató sus caballos y arrimándose a la reja del mojinete pidió una ginebra, invitando al pulpero a beber otra con él.
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"Así se dio principio a una cordial aunque parca conversación, en la que el joven dijo venir de un partido del Norte, «pasiando» no más, con ganas simplemente de conocer nuevos pagos...
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"A la tercera compartida vuelta de bebida -hubo testigos que informan cabalmente de los hechos- el forastero confesó a Sánchez que en realidad no eran los mencionados los motivos de su viaje, sino el deseo de probarse, facón en mano, con él, pues conocía de mentas su pericia de «cuchillero» y deseaba ardientemente aprenderle algo de un arte que le había dado tanta fama. Proponía el visitante se hicieran unos «tiritos a primera sangre», esto es, tajearse la cara simplemente, resultando ganador el que lo lograra antes.
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"Sánchez se excusó firmemente porque él -expresó- ya estaba retirado de esas cosas. Ahora era hombre de trabajo, tenía familia, llevaba una vida tranquila y por nada del mundo volvería a lo de antes. ¡No! No quería saber más nada. Además se consideraba viejo, de modo que...
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"Pero insistió el forastero y a la cuarta copa convenció a Sánchez que no era cuestión de que le hubiera hecho hacer de balde «tan larga galopiada y más en tiempo de invierno...»
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"Rezongando contra su destino, el pulpero salió del rancho por su única puerta y, muy cortés y mesurado, aproximóse al mozo, que ya se había zafado las espuelas y acortado el chiripá bajo el ancho alero de junco. Se sacó entonces las botas y la chapona, atándose un pañuelo a la cabeza para aprisionar la melena. Luego midieron ambos la longitud de sus armas casi ceremoniosamente y ya liados los ponchos al antebrazo izquierdo cayeron en guardia frente a frente en lo que llamaban el patio...
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"Y tajo aquí, hachazo allá, tintas, quitas, viboreantes reveses, leves brincos de costado, aquellos hombres «cuerpos de gato», en los cuales la pasmosa elasticidad de su cintura constituía el eje de la defensa no se alcanzaron en lo que ahora denominaríamos el primer round. Chispearon y ludieron bajo el sol de la media mañana las hojas de los facones, hasta que los contendientes, empapados en sudor, pese a lo bajo de la temperatura, resolvieron de común acuerdo descansar un rato, después de ponderarse recíprocamente la excelente «vista» de que estaban dotados.
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"Previo un trago de agua y no de ginebra, del pozo cercano, se reanudó el lance con igual entusiasmo y espíritu deportivo, pero parece que ya los adversarios no tenían como blanco exclusivo sus caras curtidas y afanosas, porque en el primer «dentre» quedaron muertos los dos.
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"Las gentes de El Vecino todavía «gaucho» -si se me permite la expresión- y fieles al culto de quienes supone sus héroes, recordaron desde entonces esa pelea en unas décimas que, repito, no he podido aún conseguir."
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Este hecho debe ser el mismo que narró el diario La Patria , demostrando que la ficción de este talentosísimo escritor, aún respetando el hecho tradicional, fue capaz de elaborar una recreación decididamente de más hermosa profundidad y fiel conocimiento del folklore.
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Fuente: Carlos A. Moncaut, publicado en La Nación (19/01/2008)

jueves, 19 de junio de 2008

El mostrador, confesionario del barrio

Hasta fines de los años 30, al vino se lo recibía en barricas y bordalesas, desde Mendoza y con menor frecuencia desde San Juan y Río Negro, y se lo trasegaba a damajuanas y botellas de vidrio de un litro. A partir de entonces, la Junta Reguladora de Vinos obligo a que el producto se envasara en el lugar de origen para evitar -se dijo- que fuera adulterado en los locales de venta. Pero luego se autorizaron plantas envasadoras del vino llamado común o de mesa, como se dice en Europa, en lugares distantes de las bodegas cuyanas, muchas de ellas cerca de la Capital Federal.
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El vino se transportaba a granel en vagones tanque, por ferrocarril desde los viñedos hasta esas plantas envasadoras.
En los despachos de bebida -boliches- se había vendido hasta entonces vino que se extraía, a la vista de los parroquianos, de la bordalesa de origen, a medida que se necesitaba. Solo venían en botellas las denominadas bebidas blancas o destiladas (casi siempre caña, ginebra o grappa), el vermout, el aperital, el fernet y el anís.
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En el interior de esos bares se percibía un olor habitual que, básicamente, sustentaban los vapores del vino, al que se sumaban el del humo de tabacos negros y, seguramente, algunos humores humanos.
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Rara vez se vociferaba en su interior, como si el alcohol o el humo asordinaran las palabras en lugar de excitarlas. Ni en los entreveros del truco se permitían destemplanzas de taberna, como si las altisonancias se economizaran para dilapidarlas tan solo en hipotéticas pendencias. Pero casi nunca había riñas, porque ser provocador equivalía a perder el acceso a sus tertulias.
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Las voces mas fuertes solían proceder del exterior, que emitían quienes jugaban en la cancha de bochas anexa, el otro ámbito de expansión masculina.
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Sus mostradores solían tener un tramo forrado en chapa de estaño (con un grifo largo y curvo, habitualmente rematado en un pico de ave, por el que salía el agua destinada a enjuagar los vasos). De ahí que, figuradamente, 'tener estaño' era ostentar experiencia de vida, cimentada en el frecuentemente socializador del despacho de bebidas y en otras ásperas aristas de la lucha por la existencia.
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Sus nombres fueron una colección de ingenio: El Parejero, La Peoresnada, Por si la pego, el 43, La flor del pago. En Tandil, uno se llamo Firpo en homenaje al Toro Salvaje de las Pampas. En la ultima recta de uno de los caminos que conducen a Bolívar, todavía puede leerse en las paredes de una tapera 'La ultima copa'.
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En Las Flores, frente al galpón de locomotoras del Ferrocarril del Sud, se hallaba El Chanta Cuatro, en alusión a su cancha de bochas. Los del barrio apocopaban su nombre: sin que Domingo Rizzo, su propietario se ofendiera, los parroquianos lo llamaban El Chanta.
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Mas sorprendente: En el ultimo recodo del antiguo camino de tierra que lleva a Rauch, pude leer muchas veces, antes de perder su pintura original: Bar La Amistad, de Pelela y Meaca. Y no era humorada, sino los verdaderos apellidos de los ciudadanos que integraban esa razón social.
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Fuente: Hugo Nario. Diario La Nación

jueves, 12 de junio de 2008

Historia del "Boliche la Curva"

Referencia obligada en la ruta a Claromecó, el Boliche La Curva quizá constituya el último almacén de campo de la región que permanece activo y en pie. Nacido hace más de medio siglo para brindar esparcimiento a los peones rurales, los avances de la vida moderna le han jugado una mala pasado y hoy apenas sobrevive. No obstante, ha conservado su espíritu y rasgos distintivos, convirtiéndose en reservorio cultural y arquitectónico de los tresarroyenses. "El Periodista", que tomó una copa en el lugar, escribe su historia.
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El paisaje que ofrece la ruta 73 a lo largo de su breve extensión destinada a unir Claromecó con la ruta 228 puede resumirse así: llanura, árboles, una laguna, varios accesos a campos, un par de escuelas rurales y el Boliche La Curva, que lleva ese nombre porque está emplazado a la vera de la carretera en un sitio donde ésta presenta un reviro.
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Este típico almacén de campo, que constituye un inconfundible punto de referencia en el camino al balneario y goza del raro privilegio de ser uno de los pocos negocios de su tipo que quedan en la región, comenzó sus actividades hace algo más de medio siglo. En ese entonces el trazado que lleva a Claromecó y otras localidades del partido era de tierra, los campos estaban poblados por trabajadores y los medios de transporte eran menos y más lentos.En este contexto, un señor llamado Nieva consideró que dicha curva era un punto estratégico para montar un comercio que ofreciera algo de esparcimiento a los numerosos empleados rurales que se aburrían soberanamente después de cada jornada de trabajo. Así fue como instaló en el lugar un par de casillas de madera bastante amplias y comenzó a vender bebidas, algunos comestibles y otros productos necesarios para la vida en el campo.
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Bastante rápidamente el negocio comenzó a dar frutos. La gente concurría casi a diario al boliche para tomarse un trago, jugar a las cartas o comprar alguna cosa que pudiera estar necesitando, como por ejemplo elementos para el aseo personal.A comienzos de 1960 el almacén cambió de dueño. Se hicieron cargo del mismo Ernesto Damboreana y su esposa, quienes inmediatamente levantaron la construcción que actualmente permanece en el lugar y que tiene como vecina un escuelita rural.A partir de aquel cambio de titular y fisonomía, el Boliche La Curva se popularizó aún más entre los peones rurales de la zona, y con la llegada de la ruta asfaltada muchos viajeros comenzaron a detenerse para beber una copa, hacer alguna compra o simplemente para tomarse un descanso.Armando Funes, un cliente histórico del lugar y amigo de la familia Damboreana, recordó que el comercio tuvo su mejor época en la década del '70. "Era normal que llegaran a juntarse hasta 20 personas", dijo. Casi todos los clientes eran trabajadores de campo que provenían de los establecimientos rurales de las familias Guisasola y Pascal, ubicados a escasa distancia de La Curva.
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A partir de los años '80 el boliche comenzó a perder público, y ya en los '90 no ingresaban al lugar ni 20 personas a la semana.Tras el fallecimiento de Ernesto Damboreana hace algo más de 7 años, su esposa dejó a cargo del negocio a Oscar Colantonio, quien alguna vez estuvo al frente de la cantina del club Argentino Junior y fue propietario de un bar que estaba situado en Brandsen y Constituyentes. Colantonio, que tiene 64 años y prefiere que lo llamen "El Cáscara" porque así es como todos los conocen, aseguró que el comercio se mantiene abierto porque él vive allí y porque los escasos ingresos que se generan todavía le permiten abastecerse de una escasa gama de productos.La realidad indica que La Curva es uno de los pocos almacenes de campo que han logrado sobrevivir a duras penas a los cambios que en las últimas dos décadas se han producido en las áreas rurales.
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La notoria disminución de la mano de obra, a lo que se suma al hecho de que las distancias entre el campo y la ciudad se han acortado gracias a la velocidad y maniobrabilidad de los nuevos vehículos, fue obligando a la gran mayoría de los comercios campestres a cerrar las puertas. Por su parte, el negocio situado junto a la ruta 73 quizás ha logrado mantenerse porque, a pesar de que son muy pocos los viajeros que se detienen o los campesinos que lo visitan, su ubicación junto a un camino asfaltado todavía le resulta beneficiosa debido a que el tránsito es mucho más importante que el que se registra en los polvorientos trazados rurales."Ya no quedan más boliches de campo. Desapareció La Nueva Porteña, también desapareció el que tenía Etcheto en Hueso Clavado y el boliche El Cuervo también hace muchos años que ya no existe. Lo que ocurrió es que se fueron extinguiendo por el avance de la tecnología. Ahora, cualquier empleado de campo de la zona tiene algún autito que en una hora o menos lo lleva a Necochea, Tres Arroyos o Claromecó.
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Así que en un lugar como este sólo paramos algunos por simple costumbre", dijo Funes, quien reside en San Francisco de Belloq y, como viaja todos los días a Tres Arroyos, se encarga de llevarle a su amigo los pedidos de mercadería que necesite. Oscar es el único habitante de La Curva. Sus vecinos más próximos están a unas cuantas decenas de cientos de metros. Sin embargo, este solitario ha encontrado en el histórico edificio su lugar en el mundo, su refugio ideal. "Vivir acá es de lo más tranquilo y tengo la seguridad que no hay en la ciudad", dijo. La radio, un televisor blanco y negro que sólo le brinda la posibilidad de ver dos canales, dos perros y los animales de su pequeña granja, son sus únicas compañías en el despoblado hábitat.La modernidad, claro está, no ha llegado al Boliche La Curva y por ello todo el sitio evoca un estilo de vida que era común en el campo en otros tiempos.
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Las paredes están decoradas con varias fotografías de valerosos domadores de caballos en plena faena y un cuadro con la formación de Boca Juniors del año 1934, que "El Cáscara", aún sin haberlos visto jugar jamás, es capaz de repetir de adelante hacia atrás y también al revés. La energía eléctrica del lugar la suministran dos baterías de 12 voltios, que sólo son empleadas para que funcione el televisor. La iluminación del ambiente, en tanto, la brinda un sol de noche posado sobre un estante ubicado en el mostrador de madera, detrás del cual lucen, sobre un aparador algo desvencijado, las botellas de distintas bebidas. "Antes hubo un generador de energía, pero se lo robaron", comentó Colantonio.La oferta del almacén es ciertamente reducida, pero como dijo su encargado, "tengo todo lo que un boliche tiene que tener". Si alguna vez entra al lugar no se le ocurra pedir alguna comida caliente, la casa solamente le ofrecerá algún sándwich frío y las típicas bebidas que se encuentran en los bares: ginebra, caña, Gancia, Cinzano, cerveza y gaseosa. Eso sí, si lo que anda buscando son gallinas, patos o gansos, ya sea vivos o muertos, "El Cáscara" lo llevará hasta su criadero, le dirá que elija el animal que más le guste y podrá llevárselo a un precio muy razonable.
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"Yo no tengo demasiado que ofrecer para que coman, apenas dispongo de sándwiches. Lo que pasa es que no podés tener comida para ver si la vas a vender porque lo más probable es que termine tirándola a la basura. Además, acá me manejo para todo con gas, incluso las heladeras son a gas, y con lo que cuesta no da para andar cocinando demasiado", dijo Oscar.A pesar de todo, "en épocas de cosecha suele venir algún camionero o los tanteros, y en verano los conocidos que van para Claromecó casi siempre se hacen una paradita para saludar y tomarse algo o comprarme una gallina. Pero en el invierno, pibe, esto está muerto".El Boliche La Curva está al lado de una esuela rural, pero ni siquiera eso le reporta algún beneficio, ya que en 2003 concurrían apenas cuatro chicos y la perspectiva es que este año sólo haya dos alumnos. En este sentido, Funes comentó que "la escuela se hizo cuando por acá había muchos puesteros, pero ahora la cosa es muy distinta". Y vaya si lo es.
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El "Cáscara" Colantonio, encargado del Boliche "La Curva"
y Armando Funes, cliente de la casa y amigo del bolichero.
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Fuente: Periódico "El Periodista de Tres Arroyos"

martes, 10 de junio de 2008

Pulpería Mira-Mar

El viernes por la tarde comprobamos que, si bien la máquina del tiempo aún no ha sido creada, es posible viajar al pasado.
Cumpliendo con la tarea de contar historias del campo y su gente, y sobre todo de nuestra región, viajamos al paraje Mira-Mar, (30 km de Bolívar, camino Real, que une la ruta 65 con Carlos Casares) en donde se encuentra la pulpería homónima.
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En la actualidad es propiedad del Sr. Mariano Urrutia, nieto de su fundador, Don Mariano Urrutia, quién la levantara ladrillo a ladrillo, allá por el año 1891. El nombre Mira-Mar, proviene del palacio Miramar, donde la Reina María Cristina veraneaba frente a las costas de San Sebastián, España, a finales del siglo XIX.
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Al llegar fuimos recibidos por el Sr. Urrutia y su Sra, luego se unió a la conversación el Sr. Berthold, pulpero y encargado desde hace 40 años. Si bien fueron muchas las anécdotas que nos contaron en una charla cargada de nostalgia y de recuerdos, donde las emociones se entremezclaban.
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En esta entrega brindaremos las fotos obtenidas, dejando que cada lector se vaya sumergiendo en un tiempo que ya fue... pero que todavía lo podemos vivir. Nos queda la deuda de contar su historia en función de la pulpería y la de las personas que por ella pasaron.
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Texto y fotos: Revista Conciencia Rural

domingo, 8 de junio de 2008

Las viejas pulperías

La provincia de Buenos Aires conserva intactas pulperías, esquinas de campo y almacenes de ramos generales que en antiguos tiempos fueron lugar de reunión para los gauchos de las pampas. La pulpería era hasta principios del siglo pasado el establecimiento comercial
típico de las regiones rurales, que proveía a los pobladores de todo lo necesario para la vida cotidiana. Las esquinas de campo y almacenes de ramos generales cumplían básicamente la misma función.
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Eran lugares donde se podía tomar bebidas alcohólicas, se realizaban riñas de gallo, se jugaba a los dados, a los naipes - especialmente al truco -, a las bochas, y se organizaban carreras de caballos llamadas cuadreras con sus respectivas apuestas. También eran frecuentes los "duelos criollos" por el amor de una mujer. Hoy es posible recorrer en varios pueblos bonaerenses, estos lugares que aún guardan en sus paredes los secretos de una rica historia, plagada de anécdotas donde el gaucho es el principal protagonista.
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En Mercedes, está la Pulpería de Cacho Di Catarina, cuya construcción se remonta hacia 1830, y en su exterior conserva su fachada intacta con su palenque donde los reseros ataban sus caballos. Tiene un antiguo galpón que fuera destinado a depósito de mercadería, y un sótano donde cumplía la función de mantener fresca las bebidas. Cerca de allí está el Almacén de Ramos Generales Rachi, que funciona desde 1930 y posee características arquitectónicas de la época. También el Almacén El Trompesón, antigua casona que data de 1910 que funciono como almacén rural, y actualmente es despacho de bebidas, picadas de campo y parrilladas.
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Los almacenes de ramos generales Lo de Pipi, Hermoso y Casa Buena, completan esta anónima de lugares históricos. En San Antonio de Areco, está La Blanqueada, y detrás de esta pulpería, hay antiguas máquinas de moler trigo, una carreta colonial con ruedas de dos metros de alto, viejas diligencias y un ombú centenario. Luego se desemboca en el Museo Gauchesco, que recrea una estancia del siglo XVIII, donde se expone todo el mobiliario que usaban los antiguos dueños de la tierra: una cama de caoba que perteneció a Juan Manuel de Rosas, la imaginería religiosa que había en los oratorios privados, un arcón, un reloj inglés, una caja fuerte de Marsella, y en una vitrina, los famosos patacones, que en 1840 eran la moneda de la provincia. En Exaltación de la Cruz, se puede visitar Los Ombúes, pulpería donde se expenden bebidas a través de una verja que protege el ventanal. Enmarcada entre dos ombúes, se destaca por su fama trágica y las peleas a facón.
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En Chivilcoy, aparecen La Colorada, distinguida por sus muros enrojecidos desde hace más de 130 años; y el Almacén de Ramos Generales El Recreo, hoy museo con estanterías originales y una lista inagotable de objetos de época, entre los que se destaca una caja registradora de 1870, además de la cartelera publicitaria de fin de siglo y marcas desaparecidas de latón enlozado. En Baradero, está el Almacén de Ramos Generales y Club El Torito, inaugurado en 1880.

Texto: DyN

jueves, 5 de junio de 2008

La "Esquina de campo"

Aquellos que decidan salir a pasear por los terrosos y polvorientos caminos del campo se encontrarán, seguramente en los lugares más recónditos, con una construcción emplazada en el cruce de dos caminos; esas son las viejas "esquinas". Allí, por lo general, sigue funcionando un almacén. En aquellos años en que el gaucho era el único habitante de nuestra geografía despoblada, ese establecimiento era conocido como "la esquina". Diferente y más importante que la "pulpería", era lo que conocimos luego como "el Almacén de Ramos Generales".
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"La esquina" era el comercio más importante de la campaña, era lugar de aprovisionamiento, era lugar de encuentro, de solución para ciertos problemas y punto de llegada del correo y las noticias que tanto se esperaban. Su propietario era un hombre, generalmente, reconocido por su honestidad, solvente y comúnmente solicitado para destacarse en cargos de importancia como los de alcalde o juez de paz.
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El escritor Ambrosio Althaparro, quien con buen criterio, ha prologado sus notas haciendo hincapié en que él sólo relata lo que ha visto para no guiarse por habladurías, dice que por el 1880: "La esquina abarcaba los ramos de almacén, tienda, ferretería, corralón, algo de farmacia, etc; y dentro de estas líneas generales, su surtido y volumen de negocios variaba mucho de acuerdo al capital invertido". Continúa diciendo el autor de "De mi pago y de mi tiempo" : "Solía haber peluquería, taller de carpintería, de herrería, etc. Vi muy de cerca una esquina en la que además de todas esas dependencias, y demostrando el espíritu emprendedor de sus dueños, tenía panadería; se hacían jarabes -horchata y limonada- y se elaboraba tabaco...". Como podemos observar, se trataba de un lugar donde el hombre de campo acudía para adquirir todo aquello que necesitara para su vida diaria e inclusive contratar servicios.
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En otro plano se encontraba "la pulpería", donde las diferencias partían ya desde las características de su propietario, quién lejos de ser un hombre honesto y de reconocida reputación, era una persona que tenía su negocio para atraer a la clientela aficionada al juego y al alcohol. El pulpero, al decir de Althaparro; era coimero en "la taba", usurero en los préstamos prendarios y vendía mercadería falsificada.
Allí se expendía "caña" en gran cantidad y otras bebidas entre las que figuraban algunas damajuanas de vino, que no era tan popular en aquellos tiempos por ser escasa su producción a nivel nacional. También se podía "alzar" tabaco, alpargatas o alguna otra prenda, productos de talabartería y muy pocos comestibles. "La pulpería" era lugar de hombres y el juego era la principal actividad, entre ellos eran preferidos; las cartas; la taba; las carreras "cuadreras", las "riñas de gallos" y las corridas de "la sortija".
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Cunninghame Graham relata: "Llegaban transeúntes que saludaban al entrar, bebían en silencio y volvían a irse, tocándose el ala del sombrero al salir; otros se engolfaban al punto con conversación sobre alguna revolución que parecía inevitable u otros temas del campo. En ocaciones sobrevenían riñas a consecuencia de alguna disputa, o bien sucedía que dos reconocidos valientes se retaran a primera sangre, tocándole pagar el vino o cosa parecida al que perdiera".
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Todas estas son manifestaciones irrefutables de una vida social muy particular en la que se destacaba la camaradería entre los parroquianos (no eran comunes las peleas). El gaucho en pocas ocasiones bebía solo, era un bebedor social, quería estar acompañado y si para eso era necesario "dar vuelta el tirador", no tenía reparos en convidar la vuelta.
Principiaba el siglo y la vida moderna comenzaba a mellar el protagonismo de estas verdaderas instituciones rurales. Las "esquinas" fueron perdiendo vigencia a medida que se extendieron los pueblos a lo largo del ferrocarril, según Althaparro: "su verdadero enemigo".
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La fundación de pueblos a junto a las vías hacían que la gente se decidiera a acercarse a ellos para realizar sus compras, las que por lógica conseguían hacer a mejores precios. Sin dudas el pueblo ofrecía otras ventajas al margen del aprovisionamiento; la relación con otras personas; salones de reunión y la estación del tren, un lugar de increíble atractivo donde se desarrollaba gran parte de la vida social de los lugareños.
Las "esquinas" cercanas a estas poblaciones se fueron transformando en "almacenes" y hoy las podemos ver, como testigos apenas vivos de aquel tiempo pasado, con mesas de "billar" y "metegol" incluidos.
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Texto: Raul Oscar Finucci, Director del periódico “EL TRADICIONAL”
Imagen: Carlos Cordaro