jueves, 24 de junio de 2010

Boliche El Palomar de Chivilcoy

Hace unos días se contacto Stella Maris Hansen, me comenta en su correo que es asidua visitante del blog y me envía una foto de una excelente pintura que realizo del boliche El Palomar de Chivilcoy.

Les cuento que la pintura esta en exposición en la Gallería Espacio Arroyo, calle Arroyo 834, Capital Federal, así que para verla, los que estén cerca se pueden dar una vuelta por la galería.

Le agradecemos a Stella Maris el envío de la pintura.

Almacén de un pueblo chico


Almacén de un
pueblo chico


Almacén de un pueblo chico
es más que una simple casa,
es la historia que con grietas
talló el tiempo en su fachada.
Es un cartel oxidado
que se balancea y rechina
cuando la brisa lo hamaca,
y es un palenque olvidado
debajo de la enramada.

Almacén de un pueblo chico
es un largo mostrador
donde en puntitas de pie
esperábamos la yapa;
es azúcar en terrones
que llenaban la bolsita
hecha con papel de estraza
y es la provista obligada
para el hombre de las chacras.

Almacén de un pueblo chico
es un biombo que separa:
el humo del cigarrillo,
del boliche "truco y grapa";
es jaula de pajaritos
que se quedó en la pared
envuelta en telas de arañas
y es balanza de dos platos
que nunca miente ni engaña.

Almacén de un pueblo chico
es fiambre y queso guardado
en tejido mosquitero,
burlándose de las moscas
que se ganaron adentro,
esquivando la cortina
que en la puerta está colgada,
y es el frasco de bolitas
de barro o de porcelana.

Almacén de un pueblo chico
es piso de pinotea,
donde retumban los pasos
al balancearse las tablas;
y es el misterio del sótano
que hacía imaginar mil cosas,
cuando con gran desconfianza
y con los ojos saltones
relojeábamos la tapa...

Almacén de un pueblo chico
es estantería hasta el techo,
para exhibir los productos
de las más variadas marcas;
y en la parte superior
largas filas de botellas,
en un muestrario de vinos
desde el "Guaymaré Carlón"
al infaltable "Marsala".

Almacén de un pueblo chico
es un rincón que presenta
cocinas de fundición:
Carelli, Instilar y otras...
que, para ahorrarse las marcas,
económicas llamaban;
y es un cajón que resguarda
la variedad de fideos
en madejas enredadas.

Almacén de un pueblo chico
es también el cartoncito,
donde anotaba la abuela
las cosas que precisaba,
que perdía por distraído
cuando olvidaba el mandado,
sin importarme los retos
para quedarme a jugar
con los chicos de la cuadra.

Almacén de un pueblo chico
es la libreta mensual,
que llevaba detallada
las compras que siempre fiaba.
Es el hilo choricero
que remonta barriletes
y es la pelota de goma
comenzando los partidos
que en el boulevard se armaban.

Almacén de un pueblo chico
es un tiempo que se ha ido
entre cosas olvidadas...
Por eso cuando te encuentro
hecho ruinas en la esquina
con tus paredes rajadas,
la puerta vieja y reseca
por el tiempo apolillada,

siento que hay algo de historia
que en tus ladrillos con musgo
se ha quedado aquerenciada;
como muestra de recuerdos,
hoy te traigo a mi guitarra,
y en un puñado de versos
puedo afirmar convencido:
"almacén de un pueblo chico
sos más que una simple casa"...

Fuente: Mario Alessandrini

domingo, 20 de junio de 2010

La veleta que identifica a Caballito

Una veleta, con la forma de un caballo retacón, resplandecía en lo alto de la pulpería del inmigrante genovés Nicolás Vila, en lo que hoy es Emilio Mitre y Rivadavia. Corría el año 1821 y Caballito todavía estaba muy lejos de convertirse en el populoso barrio del centro geográfico porteño. En los confines de la capital de aquel entonces, la pulpería y su caballito llamaban la atención. Tanto, que la gente empezó a usarlo como punto de referencia.

Pero en 1925, la veleta fue donada al Complejo Museográfico Provincial “Enrique Udaondo”, de la ciudad Luján. Y por más de 85 años, el barrio que le debe su nombre no volvió a verla. Hasta el 20 de mayo cuando fue prestada al Museo de Esculturas Luis Perlotti, de Pujol 644.

“Las gestiones para el retorno de la veleta al barrio comenzaron en 1995, a través de nuestra campaña gráfica, y a partir de allí, diferentes organizaciones barriales, ONGS, clubes y vecinos en general se sumaron al reclamo”, detallaron Héctor Nuñez Castro y Marina Bussio, directores del periódico barrial Horizonte.

En una moderna vitrina, alumbrado por el sol que se cuela desde un amplio ventanal, y vigilado por una cámara de seguridad durante las 24 horas, el caballito de latón de más de 180 años, descansa apacible a pocos metros de la oficina del Director del Museo Perlotti. Observado y bien custodiado, hasta cuenta con un seguro del Banco Provincia. Es que la veleta volvió pero continúa formando parte del patrimonio del museo bonaerense. Después de que cerrara la pulpería donde originalmente se encontraba el caballito, la veleta pasó a otros techos de diferentes comercios de la zona, hasta que sus últimos propietarios, la familia Domato, la donaron en 1925 a Enrique Udaondo, fundador del Museo de Luján. “Esperamos que el Museo de Luján renueve el préstamo, y que se vaya extendiendo.

Es que para los vecinos, la importancia de haber concretado el regreso del elemento de mayor simbolismo del barrio trasciende los límites catastrales de Caballito. “En la Ciudad de Buenos Aires tenemos 48 barrios, de los cuales algunos toman su nombre de su fundador como en el caso de Almagro, de un parque, como Parque Chacabuco, o de una iglesia, como San Nicolás. Pero hay un solo barrio que toma el nombre de un objeto, un objeto que a pesar de los años, todavía existe. ¿Entonces ese objeto dónde debe estar? En el barrio”.

Fuente: Publicado en el Diario Clarín, 19/06/2010.