
Una veleta, con la forma de un caballo retacón, resplandecía en lo alto  de la pulpería del inmigrante genovés Nicolás Vila, en lo que hoy es  Emilio Mitre y Rivadavia. Corría el año 1821 y Caballito todavía estaba  muy lejos de convertirse en el populoso barrio del centro geográfico  porteño. En los confines de la capital de aquel entonces, la pulpería y  su caballito llamaban la atención. Tanto, que la gente empezó a usarlo  como punto de referencia.
Pero en 1925, la veleta fue donada al Complejo Museográfico Provincial  “Enrique Udaondo”, de la ciudad Luján. Y por más de 85 años, el barrio  que le debe su nombre no volvió a verla. Hasta el 20 de mayo cuando fue  prestada al Museo de Esculturas Luis Perlotti, de Pujol 644.
“Las gestiones para el retorno de la veleta al barrio comenzaron en  1995, a través de nuestra campaña gráfica, y a partir de allí,  diferentes organizaciones barriales, ONGS, clubes y vecinos en general  se sumaron al reclamo”, detallaron Héctor Nuñez Castro y Marina Bussio,  directores del periódico barrial Horizonte.
En una moderna vitrina, alumbrado por el sol que se cuela desde un  amplio ventanal, y vigilado por una cámara de seguridad durante las 24  horas, el caballito de latón de más de 180 años, descansa apacible a  pocos metros de la oficina del Director del Museo Perlotti. Observado y  bien custodiado, hasta cuenta con un seguro del Banco Provincia. Es que  la veleta volvió pero continúa formando parte del patrimonio del museo  bonaerense. Después de que cerrara la pulpería donde originalmente se  encontraba el caballito, la veleta pasó a otros techos de diferentes  comercios de la zona, hasta que sus últimos propietarios, la familia  Domato, la donaron en 1925 a Enrique Udaondo, fundador del Museo de  Luján. “Esperamos que el Museo de Luján renueve el préstamo, y que se  vaya extendiendo.
Es que para los vecinos, la importancia de haber concretado el regreso  del elemento de mayor simbolismo del barrio trasciende los límites  catastrales de Caballito. “En la Ciudad de Buenos Aires tenemos 48  barrios, de los cuales algunos toman su nombre de su fundador como en el  caso de Almagro, de un parque, como Parque Chacabuco, o de una iglesia,  como San Nicolás. Pero hay un solo barrio que toma el nombre de un  objeto, un objeto que a pesar de los años, todavía existe. ¿Entonces ese  objeto dónde debe estar? En el barrio”.
Fuente: Publicado en el Diario Clarín, 19/06/2010.