miércoles, 25 de junio de 2008

Almacenes en la patagonia, Los Tamariscos

Desde el pueblo de Colonia Sarmiento, en el sur de Chubut, la Ruta Provincial 20 va hacia el noroeste de la provincia y luego de recorrer 125 kilómetros llega al caserío Los Tamariscos, donde hay un barcito patagónico perdido en medio de la nada. Allí vive la señora Gertrudis Bohme, quien atiende personalmente su barcito frecuentado por algunos hombres de campo y también por unos pocos turistas que paran a comer.
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El edificio fue históricamente el almacén de ramos generales de Los Tamariscos –que tiene quince casas–, fundado en 1938 por los padres de “Trudy”, unos inmigrantes alemanes llegados a la Patagonia en 1918. El lugar también funcionó como hospedaje y restaurante para los viajeros que venían en auto desde Esquel o Río Senguer hacia Comodoro Rivadavia. El propio padre de Trudy levantó con sus manos las paredes de caña y barro con paja de trigo y techo de chapa.
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En 1967, Trudy heredó el almacén, que conserva su mostrador de madera pinotea donde se despachan todavía las típicas ginebras y productos básicos en general. Y aquí vivió siempre con su familia hasta que se fue quedando sola, cuando sus hijos se comenzaron a ir. A medida que se iban desocupando los siete cuartos, Trudy fue llenando los espacios vacíos con objetos históricos que recolecta en la zona y armó el Museo Regional Los Tamariscos, dentro de su propia casa.
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El singular museo exhibe ahora una colección con centenares de puntas de flecha recogidas en la zona, una victrola que perteneció al cacique Juan Canquel y un sinfín de antigüedades de campo. El bar y museo de Los Tamariscos está dentro de un circuito turístico del sur de Chubut llamado Huellas de Pioneros, cuyo punto central de atracción es el Bosque Petrificado de Colonia Sarmiento.
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Fuente: Julián Varsavsky, publicado en Página 12 27/05/2007
Foto: Santiago Gaudio

martes, 24 de junio de 2008

De pulquería a poolpería

Orígenes: algunas definiciones llevan a Santiago de Compostela, a la Colonia Vela, de las novelas de Osvaldo Soriano, o a precisiones del Inca Garcilaso.
Sobre el origen de la palabra pulpería se puede discutir indefinidamente desde profundas trincheras etimológicas y costumbristas. La exageración vale si se comienza por entender lo de pulpa (origen carnoso) o lo de pulque (origen de antiguo trago mexicano que se saca del magŸey o pita), y se cierra el primer capítulo con alguna enciclopedia española que la sentencia como una voz tolteca (para polemizar más: en lengua pampa, pulcú es aguardiente).
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Esto quedaría allí si no existieran los pulpos ni los españoles conquistadores. Es que éstos vinieron de rías y puertos donde los pulpos abundan para estremecimiento de los amantes de picadas marítimas (por las calles de Santiago de Compostela, no es difícil encontrar una pulpería con esa designación, sin gauchos claro, pero con tragos y entremeses).Y toda esta confusión concluiría si fuera contundente lo del Inca Garcilaso de la Vega, que dio cuenta de que en una taberna halló a los pobres vendedores intentando la venta de un pulpo. En esto se apoyó tres décadas atrás el periodista León Bouché, en uno de sus trabajos sobre las pulperías.
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Más cerca en el tiempo, conviene rescatar el final de una charla sobre el tema, desovillada por quien esto escribe con Osvaldo Soriano, el desaparecido escritor, entrañable amigo. Grabábamos en Tandil -para la televisión, quince años atrás- un breve repaso de su vida como periodista y escritor. Corridos hasta la cercana Colonia Vela, población muy aludida en sus novelas, hicimos allí los últimos bloques del programa donde apareció el escenario ideal: "Hacemos el último bloque en una poolpería", fue la determinación que trajo sorpresa y risas. Es que un descubrimiento casual hizo que las cámaras quedaran instaladas en un boliche frente a la estación, donde varios chacareros de bombacha, rastra y alpargatas jugaban al pool.
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Al por mayor
Las eruditas versiones de enciclopédicos como Tito Biraben y Félix Coluccio, entre otros, coinciden en definir las pulperías como una suma de almacén, tienda, taberna y casa de juego de campaña, abastecida de bebidas fuertes y vino Carlón, que se bebía en cilindros de hojalata. Sarmiento le agregaba a la pulpería su condición de club, y el francés Alfredo Ebelot, la distinción que jerarquizaba a las llamadas esquinas.
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Altos y guapos
El marino inglés Emeric Essex Vidal -en 1819- las consideró chozas miserables y sucias, aunque hablaba de la posta, que era una pulpería y a la vez modesta posada. La clientela -supuso- no gustaba del vino, sí de la caña hasta el último penique; y, aseguró, que el gaucho canta penosas canciones. Pero Charles Darwin, que se topó con una pulpería por primera vez en Uruguay, cerca de Las Minas, reparó en la apariencia chocante de los gauchos, "altos y guapos", anotó, llenos de altivez, el pelo largo y en bucles sobre la espalda.
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Cunninghame Graham descubrió que lo más a mano que el pulpero tenía era el facón y una pistola. Pero hizo una buena descripción de la reja de madera a lo largo del mostrador, con una portezuela para alcanzar la bebida. Coincidió con Sarmiento en lo de club, y habló del payador, del convite con Carlón, de las riñas a primera sangre y de una decrépita anécdota del gaucho Carancho (seguro, González, lugarteniente de Rosas en Monte).
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Fuente: Texto Diario La Nación, Foto Pilar Bustelo 28/05/1999

domingo, 22 de junio de 2008

Pulpería "El Torito"

El almacen de ramos generales, Pulpería y Despacho de Bebidas "El Torito" data de 1880. El establecimiento es de estilo Colonial Español continúa su actividad hasta el presente, a la vera del Camino Real. Al histórico y viejo Almacén concurrieron muchas personalidades del ambiente artístico, político y cultural. Se filmaron escenas de telenovelas y fue motivode tomas fotográficas y cuadros al óleo. Comentada por los medios radiales y escritos.
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Verdadera proveeduría rural, lugar de entretenimiento y esparcimiento del gaucho. Se pueden adquirir aquí productos de talabartería, aperos gauchescos, alpargatas, etc., o tomar un trago en sus largos mostradores y observar parte de las rejas, que antiguamente impedían el saqueo de los cuatreros. Atendido por el pulpero, el personaje más importante del lugar, del cual dependían los lugareños y los peregrinos.
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Una de las últimas pulperías y paraje antiguo de la provincia de Buenos Aires y única en esta ciudad. Su valor estético e histórico, está dado por su construcción original, tipo capilla, de ladrillos asentados en barro y adobe, con pisos de pinotea y ladrillos de 123 años figura por su importancia en los libros de historia y es permanentemente concurrida y filmada por todos los medios televisivos. En sus palenques es común ver atados los caballos de los gauchos y éstos con sus vestimentas típica.
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Fuente: www.intersur.com.ar/eltorito.htm

Pulpería "San Gervasio"

Se encuentra ubicada en la ruta provincial 50, límite entre los partidos de azul y Tapalqué.
Este almacén pulperia data de 1855 y es el decano de todos los comercios existentes en la campaña Azul-Tapalqué. Conserva todos los rasgos característicos de la época en que fué construido: el piso original de tierra apisonada, la reja de protección en el mostrador de atención al público, las puertas y ventanas, la galería bajita, y una colección de herramientas de laboreo del campo, dignas de un museo vivo de la producción y el trabajo rural.
Desde hace tres generaciones, la pulpería es atendida por la familia Toso; quienes relatan infaltables cuentos del lugar mientras el visitante se toma una cañita.
En la actualidad es propiedad de la Congregación Salestiana, por donación, (a fallecimiento) de la Sra. Luisa Saint Andrea de Compodónico.
Es un lugar de paso obligado si visita Azul.
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Fuente: Turismo en Azul (www.turismoenazul.com.ar)
Fotos: Diario Clarín.

Trágica reyerta en una pulpería por Dolores

Un hecho real recreado por Justo P. Sáenz nos retrotrae a una pampa de bravos gauchos que medían su coraje.
Si en la extensa provincia de Buenos Aires tuviésemos que señalar la zona en que hubieron de conservarse por más tiempo las auténticas tradiciones, como rincón gaucho, señalaríamos sin dudar el paraje de la extensa Cañada del Vecino.
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Quienes hoy disparan por la ruta 2 a Mar del Plata, debieran saber que a unos 20 km después de pasar Dolores, a la derecha, se abre un camino de tierra que se interna en aquella especialísima región, pasando enseguida las vías del viejo F.C.S. y la estación Parravicini, e ingresando en el partido de General Guido, sigue hacia el Oeste y luego al Sur para reaparecer en Maipú.
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Desolados campos bajos, otrora riquísimos en pajales de amarillenta espadaña, comarca de variadísima avifauna. Pagos gauchos si los hubo, compuesto de enormes latifundios, con centenarias estancias como "La Quinua", "Navas", "Barrancas Coloradas" (donde vivió Benito Lynch), "Palenque Chico" (de Ambrosio Juan Althaparro) que además algunas fueron postas de la galera que iba de Dolores a Ayacucho.
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Por allí se vieron los últimos gauchos de chiripá y medias blancas, y pulperías y esquinas famosas poseedoras de enrejados mostradores y con cubiertas de paja, teja francesa o azotea, que constituyeron centros de negocios y sociabilidad y cancha de diversiones y reyertas.
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Todo se perdió cuando se construyó el canal 1 que desecó los bañados y lagunas y que arreó también con todo el bicherío que los habitaba. Pero así y todo no se borra en mi recuerdo. Allí fue que ocurrió, lo que les cuento ahora. Enclavado en este particular lugar se hallaba una pulpería renombrada. Un día sucedió en ella un drama sangriento (tal como lo presenta La Patria , importante diario de Dolores, del miércoles 16 de abril de 1879): "Anteayer, se encontraba, entre otras personas, en la Casa de Negocios de don Leandro Sánchez, conocida por de Escudero y situada en el «Palenque Chico», partido del Vecino, el dicho Sánchez un moreno llamado Pedro Telmo, autor de varios crímenes cometidos en el Norte de esta Provincia.
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"El segundo de los nombrados en uno de los versos le dijo al primero que ambos eran parientes a lo que este le contestó en otro de sus cantos que no lo extrañaba pues el padre le había dicho que tenía unos parientes negros. Parece que esta contestación le desagradó de tal manera a Telmo que levantándose del asiento en que se hallaba, acometió a Sánchez cuchillo en mano infiriéndole una honda herida.
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"Sánchez al sentirse herido sacó su rewólver (sic) y descerrajó un tiro sobre Telmo que en esos momentos estaba parado en una de las puertas que da salida al patio de la casa, yendo la bala a depositarse en una de las piernas de aquél.
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"Telmo trató de huir, pero fue seguido por Sánchez que en el acto consiguió darle alcance y quitarle el cuchillo que aún conservaba con el que le infirió varias heridas. Sánchez desfallecido murió casi inmediatamente. Cuando volvieron por Telmo, éste era ya cadáver.
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"Los anteriores son los únicos datos que hasta ahora hemos podido tener sobre el particular. De las averiguaciones que hemos hecho, resulta que ninguna enemistad existía entre Sánchez y Telmo."
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El folklorista y escritor Justo P. Sáenz (h.) en una nota publicada en 1965 en LA NACION, sobre "Cantares Argentinos" parece haber conocido este hecho pues refiere: "Existe otra «desgracia» aunque no la he oído cantar ni recitar, me consta existe y fue muy popular otrora en Dolores y el Vecino. Proviene de una riña a facón acaecida en 1887 [el hecho ocurrió como vimos en 1879] en una pequeña pulpería que quedaba sobre el viejo camino a Mar del Plata...
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"El dueño de esa pulpería (un par de ranchos de «chorizo» y paja de techar, cuanto más), un cierto Sánchez (creo que su nombre de pila era Abdón), hombre bravo, pero serio y honesto, diestrísimo en el manejo del cuchillo, que después de haber servido en los fortines de la frontera y resultar vencedor en muchos duelos de arma blanca, había resuelto cambiar radicalmente de vida, instalando este negocito -con capital agenciado, seguramente, con cueros de nutria y pluma de avestruz o de mirasol- en medio de aquella desolada planicie.
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"Y quiso la suerte de Sánchez que una mañana llegase a sus palenques, con caballo de tiro un mozo ágil y vigoroso, bien puesto, de chiripá de merino negro, nazarenas de plata, botas de potro, tirador lujoso y chamberguito redondo afianzado con barbijo. Desmontó el forastero, ató sus caballos y arrimándose a la reja del mojinete pidió una ginebra, invitando al pulpero a beber otra con él.
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"Así se dio principio a una cordial aunque parca conversación, en la que el joven dijo venir de un partido del Norte, «pasiando» no más, con ganas simplemente de conocer nuevos pagos...
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"A la tercera compartida vuelta de bebida -hubo testigos que informan cabalmente de los hechos- el forastero confesó a Sánchez que en realidad no eran los mencionados los motivos de su viaje, sino el deseo de probarse, facón en mano, con él, pues conocía de mentas su pericia de «cuchillero» y deseaba ardientemente aprenderle algo de un arte que le había dado tanta fama. Proponía el visitante se hicieran unos «tiritos a primera sangre», esto es, tajearse la cara simplemente, resultando ganador el que lo lograra antes.
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"Sánchez se excusó firmemente porque él -expresó- ya estaba retirado de esas cosas. Ahora era hombre de trabajo, tenía familia, llevaba una vida tranquila y por nada del mundo volvería a lo de antes. ¡No! No quería saber más nada. Además se consideraba viejo, de modo que...
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"Pero insistió el forastero y a la cuarta copa convenció a Sánchez que no era cuestión de que le hubiera hecho hacer de balde «tan larga galopiada y más en tiempo de invierno...»
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"Rezongando contra su destino, el pulpero salió del rancho por su única puerta y, muy cortés y mesurado, aproximóse al mozo, que ya se había zafado las espuelas y acortado el chiripá bajo el ancho alero de junco. Se sacó entonces las botas y la chapona, atándose un pañuelo a la cabeza para aprisionar la melena. Luego midieron ambos la longitud de sus armas casi ceremoniosamente y ya liados los ponchos al antebrazo izquierdo cayeron en guardia frente a frente en lo que llamaban el patio...
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"Y tajo aquí, hachazo allá, tintas, quitas, viboreantes reveses, leves brincos de costado, aquellos hombres «cuerpos de gato», en los cuales la pasmosa elasticidad de su cintura constituía el eje de la defensa no se alcanzaron en lo que ahora denominaríamos el primer round. Chispearon y ludieron bajo el sol de la media mañana las hojas de los facones, hasta que los contendientes, empapados en sudor, pese a lo bajo de la temperatura, resolvieron de común acuerdo descansar un rato, después de ponderarse recíprocamente la excelente «vista» de que estaban dotados.
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"Previo un trago de agua y no de ginebra, del pozo cercano, se reanudó el lance con igual entusiasmo y espíritu deportivo, pero parece que ya los adversarios no tenían como blanco exclusivo sus caras curtidas y afanosas, porque en el primer «dentre» quedaron muertos los dos.
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"Las gentes de El Vecino todavía «gaucho» -si se me permite la expresión- y fieles al culto de quienes supone sus héroes, recordaron desde entonces esa pelea en unas décimas que, repito, no he podido aún conseguir."
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Este hecho debe ser el mismo que narró el diario La Patria , demostrando que la ficción de este talentosísimo escritor, aún respetando el hecho tradicional, fue capaz de elaborar una recreación decididamente de más hermosa profundidad y fiel conocimiento del folklore.
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Fuente: Carlos A. Moncaut, publicado en La Nación (19/01/2008)