jueves, 12 de junio de 2008

Historia del "Boliche la Curva"

Referencia obligada en la ruta a Claromecó, el Boliche La Curva quizá constituya el último almacén de campo de la región que permanece activo y en pie. Nacido hace más de medio siglo para brindar esparcimiento a los peones rurales, los avances de la vida moderna le han jugado una mala pasado y hoy apenas sobrevive. No obstante, ha conservado su espíritu y rasgos distintivos, convirtiéndose en reservorio cultural y arquitectónico de los tresarroyenses. "El Periodista", que tomó una copa en el lugar, escribe su historia.
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El paisaje que ofrece la ruta 73 a lo largo de su breve extensión destinada a unir Claromecó con la ruta 228 puede resumirse así: llanura, árboles, una laguna, varios accesos a campos, un par de escuelas rurales y el Boliche La Curva, que lleva ese nombre porque está emplazado a la vera de la carretera en un sitio donde ésta presenta un reviro.
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Este típico almacén de campo, que constituye un inconfundible punto de referencia en el camino al balneario y goza del raro privilegio de ser uno de los pocos negocios de su tipo que quedan en la región, comenzó sus actividades hace algo más de medio siglo. En ese entonces el trazado que lleva a Claromecó y otras localidades del partido era de tierra, los campos estaban poblados por trabajadores y los medios de transporte eran menos y más lentos.En este contexto, un señor llamado Nieva consideró que dicha curva era un punto estratégico para montar un comercio que ofreciera algo de esparcimiento a los numerosos empleados rurales que se aburrían soberanamente después de cada jornada de trabajo. Así fue como instaló en el lugar un par de casillas de madera bastante amplias y comenzó a vender bebidas, algunos comestibles y otros productos necesarios para la vida en el campo.
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Bastante rápidamente el negocio comenzó a dar frutos. La gente concurría casi a diario al boliche para tomarse un trago, jugar a las cartas o comprar alguna cosa que pudiera estar necesitando, como por ejemplo elementos para el aseo personal.A comienzos de 1960 el almacén cambió de dueño. Se hicieron cargo del mismo Ernesto Damboreana y su esposa, quienes inmediatamente levantaron la construcción que actualmente permanece en el lugar y que tiene como vecina un escuelita rural.A partir de aquel cambio de titular y fisonomía, el Boliche La Curva se popularizó aún más entre los peones rurales de la zona, y con la llegada de la ruta asfaltada muchos viajeros comenzaron a detenerse para beber una copa, hacer alguna compra o simplemente para tomarse un descanso.Armando Funes, un cliente histórico del lugar y amigo de la familia Damboreana, recordó que el comercio tuvo su mejor época en la década del '70. "Era normal que llegaran a juntarse hasta 20 personas", dijo. Casi todos los clientes eran trabajadores de campo que provenían de los establecimientos rurales de las familias Guisasola y Pascal, ubicados a escasa distancia de La Curva.
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A partir de los años '80 el boliche comenzó a perder público, y ya en los '90 no ingresaban al lugar ni 20 personas a la semana.Tras el fallecimiento de Ernesto Damboreana hace algo más de 7 años, su esposa dejó a cargo del negocio a Oscar Colantonio, quien alguna vez estuvo al frente de la cantina del club Argentino Junior y fue propietario de un bar que estaba situado en Brandsen y Constituyentes. Colantonio, que tiene 64 años y prefiere que lo llamen "El Cáscara" porque así es como todos los conocen, aseguró que el comercio se mantiene abierto porque él vive allí y porque los escasos ingresos que se generan todavía le permiten abastecerse de una escasa gama de productos.La realidad indica que La Curva es uno de los pocos almacenes de campo que han logrado sobrevivir a duras penas a los cambios que en las últimas dos décadas se han producido en las áreas rurales.
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La notoria disminución de la mano de obra, a lo que se suma al hecho de que las distancias entre el campo y la ciudad se han acortado gracias a la velocidad y maniobrabilidad de los nuevos vehículos, fue obligando a la gran mayoría de los comercios campestres a cerrar las puertas. Por su parte, el negocio situado junto a la ruta 73 quizás ha logrado mantenerse porque, a pesar de que son muy pocos los viajeros que se detienen o los campesinos que lo visitan, su ubicación junto a un camino asfaltado todavía le resulta beneficiosa debido a que el tránsito es mucho más importante que el que se registra en los polvorientos trazados rurales."Ya no quedan más boliches de campo. Desapareció La Nueva Porteña, también desapareció el que tenía Etcheto en Hueso Clavado y el boliche El Cuervo también hace muchos años que ya no existe. Lo que ocurrió es que se fueron extinguiendo por el avance de la tecnología. Ahora, cualquier empleado de campo de la zona tiene algún autito que en una hora o menos lo lleva a Necochea, Tres Arroyos o Claromecó.
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Así que en un lugar como este sólo paramos algunos por simple costumbre", dijo Funes, quien reside en San Francisco de Belloq y, como viaja todos los días a Tres Arroyos, se encarga de llevarle a su amigo los pedidos de mercadería que necesite. Oscar es el único habitante de La Curva. Sus vecinos más próximos están a unas cuantas decenas de cientos de metros. Sin embargo, este solitario ha encontrado en el histórico edificio su lugar en el mundo, su refugio ideal. "Vivir acá es de lo más tranquilo y tengo la seguridad que no hay en la ciudad", dijo. La radio, un televisor blanco y negro que sólo le brinda la posibilidad de ver dos canales, dos perros y los animales de su pequeña granja, son sus únicas compañías en el despoblado hábitat.La modernidad, claro está, no ha llegado al Boliche La Curva y por ello todo el sitio evoca un estilo de vida que era común en el campo en otros tiempos.
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Las paredes están decoradas con varias fotografías de valerosos domadores de caballos en plena faena y un cuadro con la formación de Boca Juniors del año 1934, que "El Cáscara", aún sin haberlos visto jugar jamás, es capaz de repetir de adelante hacia atrás y también al revés. La energía eléctrica del lugar la suministran dos baterías de 12 voltios, que sólo son empleadas para que funcione el televisor. La iluminación del ambiente, en tanto, la brinda un sol de noche posado sobre un estante ubicado en el mostrador de madera, detrás del cual lucen, sobre un aparador algo desvencijado, las botellas de distintas bebidas. "Antes hubo un generador de energía, pero se lo robaron", comentó Colantonio.La oferta del almacén es ciertamente reducida, pero como dijo su encargado, "tengo todo lo que un boliche tiene que tener". Si alguna vez entra al lugar no se le ocurra pedir alguna comida caliente, la casa solamente le ofrecerá algún sándwich frío y las típicas bebidas que se encuentran en los bares: ginebra, caña, Gancia, Cinzano, cerveza y gaseosa. Eso sí, si lo que anda buscando son gallinas, patos o gansos, ya sea vivos o muertos, "El Cáscara" lo llevará hasta su criadero, le dirá que elija el animal que más le guste y podrá llevárselo a un precio muy razonable.
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"Yo no tengo demasiado que ofrecer para que coman, apenas dispongo de sándwiches. Lo que pasa es que no podés tener comida para ver si la vas a vender porque lo más probable es que termine tirándola a la basura. Además, acá me manejo para todo con gas, incluso las heladeras son a gas, y con lo que cuesta no da para andar cocinando demasiado", dijo Oscar.A pesar de todo, "en épocas de cosecha suele venir algún camionero o los tanteros, y en verano los conocidos que van para Claromecó casi siempre se hacen una paradita para saludar y tomarse algo o comprarme una gallina. Pero en el invierno, pibe, esto está muerto".El Boliche La Curva está al lado de una esuela rural, pero ni siquiera eso le reporta algún beneficio, ya que en 2003 concurrían apenas cuatro chicos y la perspectiva es que este año sólo haya dos alumnos. En este sentido, Funes comentó que "la escuela se hizo cuando por acá había muchos puesteros, pero ahora la cosa es muy distinta". Y vaya si lo es.
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El "Cáscara" Colantonio, encargado del Boliche "La Curva"
y Armando Funes, cliente de la casa y amigo del bolichero.
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Fuente: Periódico "El Periodista de Tres Arroyos"

martes, 10 de junio de 2008

Pulpería Mira-Mar

El viernes por la tarde comprobamos que, si bien la máquina del tiempo aún no ha sido creada, es posible viajar al pasado.
Cumpliendo con la tarea de contar historias del campo y su gente, y sobre todo de nuestra región, viajamos al paraje Mira-Mar, (30 km de Bolívar, camino Real, que une la ruta 65 con Carlos Casares) en donde se encuentra la pulpería homónima.
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En la actualidad es propiedad del Sr. Mariano Urrutia, nieto de su fundador, Don Mariano Urrutia, quién la levantara ladrillo a ladrillo, allá por el año 1891. El nombre Mira-Mar, proviene del palacio Miramar, donde la Reina María Cristina veraneaba frente a las costas de San Sebastián, España, a finales del siglo XIX.
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Al llegar fuimos recibidos por el Sr. Urrutia y su Sra, luego se unió a la conversación el Sr. Berthold, pulpero y encargado desde hace 40 años. Si bien fueron muchas las anécdotas que nos contaron en una charla cargada de nostalgia y de recuerdos, donde las emociones se entremezclaban.
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En esta entrega brindaremos las fotos obtenidas, dejando que cada lector se vaya sumergiendo en un tiempo que ya fue... pero que todavía lo podemos vivir. Nos queda la deuda de contar su historia en función de la pulpería y la de las personas que por ella pasaron.
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Texto y fotos: Revista Conciencia Rural

domingo, 8 de junio de 2008

Las viejas pulperías

La provincia de Buenos Aires conserva intactas pulperías, esquinas de campo y almacenes de ramos generales que en antiguos tiempos fueron lugar de reunión para los gauchos de las pampas. La pulpería era hasta principios del siglo pasado el establecimiento comercial
típico de las regiones rurales, que proveía a los pobladores de todo lo necesario para la vida cotidiana. Las esquinas de campo y almacenes de ramos generales cumplían básicamente la misma función.
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Eran lugares donde se podía tomar bebidas alcohólicas, se realizaban riñas de gallo, se jugaba a los dados, a los naipes - especialmente al truco -, a las bochas, y se organizaban carreras de caballos llamadas cuadreras con sus respectivas apuestas. También eran frecuentes los "duelos criollos" por el amor de una mujer. Hoy es posible recorrer en varios pueblos bonaerenses, estos lugares que aún guardan en sus paredes los secretos de una rica historia, plagada de anécdotas donde el gaucho es el principal protagonista.
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En Mercedes, está la Pulpería de Cacho Di Catarina, cuya construcción se remonta hacia 1830, y en su exterior conserva su fachada intacta con su palenque donde los reseros ataban sus caballos. Tiene un antiguo galpón que fuera destinado a depósito de mercadería, y un sótano donde cumplía la función de mantener fresca las bebidas. Cerca de allí está el Almacén de Ramos Generales Rachi, que funciona desde 1930 y posee características arquitectónicas de la época. También el Almacén El Trompesón, antigua casona que data de 1910 que funciono como almacén rural, y actualmente es despacho de bebidas, picadas de campo y parrilladas.
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Los almacenes de ramos generales Lo de Pipi, Hermoso y Casa Buena, completan esta anónima de lugares históricos. En San Antonio de Areco, está La Blanqueada, y detrás de esta pulpería, hay antiguas máquinas de moler trigo, una carreta colonial con ruedas de dos metros de alto, viejas diligencias y un ombú centenario. Luego se desemboca en el Museo Gauchesco, que recrea una estancia del siglo XVIII, donde se expone todo el mobiliario que usaban los antiguos dueños de la tierra: una cama de caoba que perteneció a Juan Manuel de Rosas, la imaginería religiosa que había en los oratorios privados, un arcón, un reloj inglés, una caja fuerte de Marsella, y en una vitrina, los famosos patacones, que en 1840 eran la moneda de la provincia. En Exaltación de la Cruz, se puede visitar Los Ombúes, pulpería donde se expenden bebidas a través de una verja que protege el ventanal. Enmarcada entre dos ombúes, se destaca por su fama trágica y las peleas a facón.
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En Chivilcoy, aparecen La Colorada, distinguida por sus muros enrojecidos desde hace más de 130 años; y el Almacén de Ramos Generales El Recreo, hoy museo con estanterías originales y una lista inagotable de objetos de época, entre los que se destaca una caja registradora de 1870, además de la cartelera publicitaria de fin de siglo y marcas desaparecidas de latón enlozado. En Baradero, está el Almacén de Ramos Generales y Club El Torito, inaugurado en 1880.

Texto: DyN