viernes, 15 de mayo de 2009

Las Pulperías (1868)

Al mediodía, entramos en una gran casa para almorzar. Esta era una pulpería, en la cual también se puede adquirir todo lo que uno necesita: se venden vinos, bizcochos, pan, yerba, azúcar, etc. y, además, vestimentas para hombres y mujeres, baratijas, sombreros, armas, y es bar, casa de comida y venden artículos de cuero para caballos y carruajes.
-
El aspecto de esta pulpería me hizo cierta impresión. Todo el salón estaba dividido por una reja de hierro. Es a través de esta barrera que se sirve a los clientes, lo que parece una cárcel. Los clientes, que son gauchos, visten de poncho y chiripá, llevando alrededor de la cintura un cinturón de cuero, llamado tirador, adornado con botones y monedas de plata o de oro.
-
...En la pulpería nos sirvieron sardinas al aceite, carne de vaca, asada, bistec a la sartén, queso Gruyere, uvas secas, almendras, vino. Fue un excelente almuerzo y luego mate, mientras los postillones ensillaban los caballos.
-
Fuente: Autor, H. Armaignac, publicado en, www.federaciongaucha.com.ar

La Pulpería (1819)

Las pulperías son unas chozas de lo más miserables y sucias, donde puede comprarse un poco de caña, o sea un derivado de la caña de azúcar; cigarros, sal, cebollas tal vez, y pan de la ciudad, pero, más al interior este último artículo no puede conseguirse, de manera que el viajero, si no lleva pan con él, debe alimentarse, como la gente de campo, con carne solamente.
-
Estas chozas tienen dos compartimientos, uno que sirve de negocio y el otro de vivienda. Generalmente están construidas sobre un terreno alto y tienen un trozo de género de color colgado de una caña a modo de aviso; también hacen las veces de casa de posta y tienen unas docenas de caballos pastando al fondo, cerca de la casa. Cuando llega un viajero, deja allí su caballo; el pulpero, con un lazo, sale en su caballejo, que siempre está dispuesto tras la vivienda, hasta el pantano donde pasta la tropilla, y enlazando a uno, lo trae, coloca la montura, y sea manso o bravo, allá va el viajero al galope, hasta la próxima posta, cuatro o cinco leguas más lejos...
-
...Las pulperías son el punto de reunión de las gentes de campo, que no dan valor alguno al dinero y lo gastan solamente en bebidas y en el juego. Es costumbre entre ellos invitar a todos los que se hallan presentes a que beban con ellos; se hacen servir una jarra llena de caña (porque no les agrada el vino), la cual va pasando de mano en mano. Mientras les queda un penique en el bolsillo repiten esta ceremonia y consideran como una afrenta que cualquiera rehuse la invitación. En cada pulpería hay siempre una guitarra y cualquiera que la toque es invitado a costa de todos los presentes. Estos músicos nunca cantan más que yaravís, canciones peruanas que son las más monótonas y tristes del mundo. La música es lamentosa y la letra versa siempre sobre el amor frustrado y los amantes que lloran sus penas en el desierto: pero nunca tratan de asuntos agradables, animados o aun indiferentes. Después de todo, estas pulperías, miserables como parecen, no son muy inferiores a algunas tabernas de la misma España.
-
Fuente: Autor, Emeric Essex Vidal, Publicado en, www.federaciongaucha.com.ar

miércoles, 13 de mayo de 2009

Las pulperías en la ciudad.

“Todos creemos saber que era una pulpería pero definirla en términos precisos no es tarea fácil. Para el Cabildo de Buenos Aires todo estaba muy claro; según él había una nítida distinción del trabajo entre las tiendas y las pulperías.
-
Las tiendas se dedicaban a la venta de géneros de Castilla y las pulperías a géneros de abasto. La función específica de la segunda era, pues, la venta de provisiones para el abasto de la población. Así las define muchos años más tarde el Almanaque de Blondel de 1826 casa de abasto en que se vende de todo lo que sea relativo a los comestibles y bebidas por menor.
-
La complejidad de las pulperías porteñas se refleja mejor en la caracterización que hizo de ellas el propio gremio de los pulperos de la ciudad. Para éste las pulperías de Buenos Aires tenían algo de taberna, algo de almacén, y aún de tienda: combinaban los tres tipos de negocios.
-
Fuente: Mayo, C, J. Mirando y L. Cabrejas, “Anatomía de la pulpería porteña”, en Mayo, C (dir) Pulperos y pulperías de Buenos Aires, 1740-1830. Buenos Aires, Biblos, 2000, p. 14.
www.buenosaires.gov.ar

Las pulperías en la campaña

Según el historiador Carlos Mayo, la imagen tradicional que se tenía hasta hace poco tiempo acerca de las pulperías rurales componía un lugar: “donde los gauchos bebían aguardiente hasta embriagarse, mataban el tiempo jugando al truco y entregaban la vida en duelos a cuchillos, podía ser también y, para sumarle mayor sordidez, un prostíbulo.
-
El pulpero típico, aquel que embaucaba a los incautos parroquianos detrás del mostrador era casi indistinguible de su andrajosa clientela. Mal entrazado, sumaria y muy pobremente vestido y, por añadidura, algo sucio y desaliñado; un personaje en suma, que no desentonaba con su sórdido y miserable local”
-
Pero esta imagen no coincide con los estudios más recientes sobre las pulperías rurales. Según esos estudios:
-
“Algunas de estas pulperías eran algo menos precarias y estaban, sobre todo, mucho mejor surtidas de lo que se creía. La sorprendente variedad de mercancías que vendían al público y la naturaleza de algunos de estos productos hacen pensar en una estructura del consumo de la población rural mucho más rica y compleja de lo que se suponía. […]
-
La venta de fideos, pan, galleta, azúcar, velas, especias, azafrán arroz, así como la de papel, vajilla, peines, peinetas, pañuelos, navajas de afeitar, seda, cabezas de arado aún anzuelos revela una demanda más diversificada y exigente, lo cual se corresponde bien con una sociedad pampeana en la que había algo más que grandes estancieros, vacas y pobres gauchos; donde había una verdadera clase media rural, integrada por una miríada de pequeños y medianos criadores y labradores con sus familias […] es decir, una sociedad rural con un mayor poder de compra que el esperado y pautas de consumo que, si algo revelan, era cuán hondo había calado en ella el mercado.
-
Algunos de nuestros pulperos, aunque austeros y ahorrativos, distaban de ser esos personajes cuasi harapientos que nos presenta la imagen tradicional. No todos tenían estancia pero cuando podían compraban esclavos y alcanzaron un nivel de vida comparable al de un estanciero acomodado de la campaña”
-
Fuente: Mayo, Fernandez, Duart, Van Hauvart, Miranda y Cabrejas, “Pulperos y pulperías rurales”, en Mayo, C (dir) Pulperos y pulperías de Buenos Aires, 1740-1830. Buenos Aires, Biblos, 2000, pp. 109-110.
www.buenosaires.gov.ar