miércoles, 20 de mayo de 2009

Antiguas pulperías en nuestro recuerdo

A pesar del tiempo transcurrido desde su desaparición todavía perduran los nombres de muchas de ellas.
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Tanto las esquinas como las pulperías fueron frecuentes paradas de diligencias y tropas de carretas.

Sus presencias reales nos han abandonado, pero perduran sus nombres. Mencionemos algunas: el "Tome y traiga" y "La Pava Grande" en el viejo camino de tierra de Magdalena a Chascomús; "Sol de Mayo", saliendo de Buenos Aires por el camino del Norte, muy concurrida por gente de la escolta de Rosas; "La Banderita", cerca del Riachuelo, en el camino al Sur. Y una de las más famosas, "El Caballito", a la que habremos de referirnos ya.

La pulpería de "El Caballito" se hallaba a la vera del camino que de Buenos Aires salía para el Oeste y se la encontraba antes de llegar a Flores. La construyó el genovés Nicolás Vila, en 1821, con los restos de un barco.

Plantó el mástil, y sobre él, colocó una veleta de latón representando el famoso caballito, que actualmente descansa de sus tantos corcovos en una de las salas del Museo Histórico de Luján.

Detengámonos un instante más en esta pulpería. Hacia 1820, una vieja nave ballenera se estrelló contra el fondo toscoso del Río de la Plata, muy cerca de donde hoy se levanta la Casa Rosada.

Con paciencia, Vila se encargó de desmantelar los restos del viejo navío que nadie reclamó. Y en una carreta cargó hierros, palos, bisagras y maderas, y en muchos viajes trasladó hacia el Oeste -hacia el campo y la inmensidad pampeana de la época- esos restos.

De ese modo, en pleno campo, erigió la pulpería, hito entre los suburbios y la pampa. Punto inicial o terminal de la monótona y polvorienta rastrillada que se orientaba hacia Chile y el Alto Perú.

Dicen que era linda y convidadora la pulpería de don Vila. ¡También!, el lujo insólito de maderas cepilladas y barnizadas, raro, incluso en construcciones urbanas debió ejercer atractivo.

Por los pagos de Chascomús, quedan todavía los sones de "La Concordia" -que alcanzamos a conocer- a orillas casi de la laguna, y cerca de allí "El Trompezón" -con su ventana-mostrador enrejada- donde se atendieron heridos en la batalla de los Libres del Sur, en aquel triste noviembre de 1839. Y hacia el paso de "La Postrera", la famosísima "Azotea Grande", que funciona como almacén hasta hace pocos años.

Almacén centenario

En Lobos, donde siempre nos pareció que el tiempo se hubiera detenido, se conserva entre otros un almacén de campaña más que centenario.

El piso de ladrillos gastados y la reja que marca el límite del mostrador, incitan a evocar una época que alcanza a la leyenda cuando alguien recuerda por acá anduvo Juan Moreira, buscando su destino, de paso hacia la muerte.

"El Hipódromo", más conocido por lo de "García" tiene en su haber casi 160 años. El piso de anchas tablas de pinotea, todavía resiste las pisadas de los curiosos; y entre sus paredes, retumban las risotadas y las verseadas del truco y del mus. Sobre el mostrador de estaño hay un casillero para guardar los libros de la contabilidad y un antiguo escritorio-caja, para amontonar los recuerdos.
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Fuente: Carlos Antonio Moncaut, publicado el 26/02/2005, en Rincón Gaucho, diario La Nación.

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